jueves, 4 de febrero de 2010

El chispazo y el proyecto modernizador: una aproximación a "En los trenes" de Juan de Arona - Por Néstor Saavedra Muñoz (*)




¿No hay aquí pueblo? ¿Pueblo? Si a fe mia
¿Pues dónde se halla? Este pueblo Sober-asno
y esta ejerciendo la sober-asnia

Juan de Arona





1. Presentación

La prensa decimonónica merece ser revalorada, en primer lugar, por el papel que cumplió dentro del proceso de formación del cuento moderno. Las revistas y periódicos de la época se constituyeron como un espacio de tránsito en el que las formas narrativas se debaten entre el artículo de costumbres, la tradición, la leyenda y el cuento propiamente dicho.
Y en segundo lugar, la producción textual del periodo resulta valiosa en función de su interés por reflejar la realidad social y discutir en torno a sus problemáticas desde una perspectiva ideológica que busca el desarrollo de la nación.
El presente trabajo s
e orienta al estudio de este último punto a partir del análisis de “En los trenes”[1] de Juan de Arona, texto recogido del periódico El chispazo (1891-1893). El relato de Arona cobra relevancia en la medida de que responde a una poética en la que el quehacer literario promueve el proyecto modernizador de la sociedad. Nuestra hipótesis de trabajo consiste en que, al rechazar a los sujetos subalternos (afrodescendientes), por ser estos identificados con una serie de significantes negativos (“fastidiosos”, “flojos”, “sucios”, “impertinentes”, “groseros”, “bárbaros”), “En los trenes” propone al individuo burgués como ideal para la sociedad moderna, pues en él se encarnan la sensibilidad estética, el orden y el progreso.
Abordaremos el relato no sin antes señalar las características de El chispazo en cuanto a sus contenidos y a su disposición formal, permitiéndonos ello centrar nuestra lectura, efectuar la interpretación de “En los trenes” en el marco de una determinada visión del mundo.

2. Apuntes sobre El chispazo de Juan de Arona

A Pedro Paz Soldán y Unanue (1839-1895) lo conocemos por sus composiciones poéticas, narrativas, teatrales y ensayísticas. Sus datos biográficos no son del todo desconocidos para quienes se han ocupado de su obra. Realizó estudios en el Convictorio Carolino. Viajó por Europa y el Cercano Oriente entre 1859-1863. Ejerció la docencia en el colegio de Guadalupe y en la Universidad de San Marcos. También estuvo relacionado con actividades políticas, pues fue diplomático y ministro en Argentina y Brasil. Incursionó en el campo periodístico colaborando en diversos diarios y revistas del periodo. Fue editor de La saeta (1869), El chispazo (1891-1893), entre otras publicaciones
[2].
El chispazo, segunda época de La saeta. Periódico semanal de literatura, política y costumbres fue publicado íntegramente por Juan de Arona, nombre que es uno de los veinte seudónimos registrados, hasta el momento, con los que Pedro Paz Soldán y Unanue muestra su quehacer intelectual (Tauro 1993). Además de este seudónimo
[3], en el periódico podemos encontrar otros tales como Jenaro Vanda, Juan Sin Tierra, Críspulo Mor-Diente, Evandro Jana, Pipus, Ajenor Vanda, ¡Un Berufen!, Giovanni Senzo Terra e Iván Radeanof. Y es que la ausencia de colaboradores en el periódico se debió a que Arona tenía la férrea convicción de que en nuestro país las empresas en las que participan más de una persona están destinadas al fracaso. Así lo manifiesta Arona en el prospecto del semanario:


El presente semanario como el anterior [La saeta], será propulsado por una sola mano; único medio de que una empresa nacional se logre. El espíritu de asociación, con todo lo que se le decanta y exagera, fracasa aquí como todo lo grande y bueno que se introduce de fuera. La unión es aquí la debilidad y el desbarajuste. Un peruano solo podría realizar los doce trabajos de Hércules, doce peruanos juntos, no hacen la obra de una pulga (Nº 1: 1).

El periódico apareció el 17 de octubre de 1891, constituyéndose como un texto aleccionador: “El chispazo” es la continuación de “La Saeta” si mas diferencia que, aleccionado por los 22 años transcurridos, se ocupará tanto de política, cuanto no lo hizo aquella, pretendiendo introducir una imposible reforma en las costumbres del país”
[4] (Ídem). Este proyecto reformista tenía como sustento ético el compromiso con una verdad justa, es decir, con aquella que fuese provechosa para la sociedad en cuanto respete el ámbito privado y se aleje del escándalo público. Agreguémosle a ello la voluntad del periódico por forjarse un espacio propio como medio de información, más allá del enfrentamiento con otros diarios (“El Comercio”, “La Opinión Nacional” y “El Perú Ilustrado”). Alcanzó los 87 números, llegando a su fin el 17 de junio de 1893 por tener una política de oposición al gobierno de Remigio Morales Bermúdez, quien continuara con la política represiva de Cáceres[5].
El chispazo salía cada sábado por la tarde, en un formato de 34 x 24cm. y su volumen podía variar entre cuatro y ocho páginas en función de la publicidad y de la sección “Folletín”. Su precio era de diez centavos; la suscripción mensual costaba cincuenta centavos y la suscripción bimensual por diez números costaba un sol.
En lo que concierne a su corpus textual, el periódico en ocasiones incluía una caricatura de carácter político, atacándose, por ejemplo, la desigualdad social
[6] y el régimen autoritario ejercido por las fuerzas militares de Cáceres[7], reforzándose de este modo las ideas propuestas en los textos escritos. Entre los responsables de los gráficos figuran “B. Garay”, quien es el autor del retrato de Arona que aparece en la tapa del primer tomo y “Chambon”, autor de la caricatura “Legación de Chile” (N° 9). Obviamente los números que traían consigo la caricatura tenían un precio mayor, que era de veinte centavos.
Por otra parte, El chispazo no tenía una estructura fija, pudiendo variar sus secciones de un número a otro. Empero, podemos mencionar tres secciones inamovibles: “Chispazos”, “El chispazo” y “Espinas de Tuna”. “Chispazos“ está compuesto por poemas breves de carácter crítico, que oscilan entre lo jocoso y la reflexión seria. En esta sección aparecen textos tales como "A quema ropa":

Tuyo soy, tu mano anhelo,
súbita pasión me inflama.
¿Cómo te llamas? – Consuelo;
Ay hija, es poco con...suelo
¡fueras si quiera con...cama! (N° 6: 1).


O este otro titulado "Denominación de sexos":

Es una necesidad
que el nombre de masculino
se aplique a la otra mitad,
porque junto al femenino
nuestro sexo en realidad
viene a ser menosculino (N° 63: 313)

Los poemas son firmados por Juan Sin Tierra
[8]. “El chispazo” es la nota principal del periódico. El tema, fundamentalmente, alude a los acontecimientos políticos contemporáneos, pudiendo ocuparse Arona tanto del proyecto de Ley de Inmigración discutido en el Senado[9] (N° 44: 161-162), como de eventos oficiales tales como la inauguración del observatorio meteorológico “Unanue” (N° 43: 153). A veces se publica más de una nota en esta sección. “Espinas de tuna” es la sección más extensa del periódico, ocupando a veces dos o tres carillas. Está conformada por una serie de reflexiones que destacan por su concisión. En ellas asistimos a la representación de los dos blancos preferidos de Arona: la sociedad en crisis y el orden político degradado. Lima se ha convertido en una ciudad en donde las condiciones de vida se han deteriorado considerablemente, pronunciándose Arona sobre el particular con imágenes que nos muestran a una Lima invadida por la frustración y la amargura:

La menos lastimosa entre las miserias de Lima es la de los pordioseros (N° 3: 3).

Un hombre dándole de trompadas a un colchón: esa es la lucha por la existencia en Lima (N° 38: 116).

Ahora, la sanción del orden político degradado se centra, principalmente, en esas gestiones autoritarias de las que es presa el país y que sólo determinan una ruptura social en la que el poder niega toda posibilidad de diálogo con la población:

Nuestras autoridades toman por la primera y única de sus atribuciones la que no es si no la última, la que algún día no existirá, la de mandar (N° 2: 4).

Sobre estos ejes temáticos Fernán Altuve-Febres ha tenido una perspectiva distinta, pues resalta de Arona esa actitud con la que censura el ocio generalizado y la retórica vacía de la clase política: “Arona observaba que la sequía de hombres de trabajo contrastaba con el desborde verbal de los hombres públicos, lo cual era una muestra clara de la demagogia, de la inconstancia y de la inmadurez política de los peruanos” (18). Quien firma “Espinas de Tuna” es Críspulo Mor-Diente.
Entre las otras secciones que conforman el periódico se encuentran “Variedades”, en donde se publican artículos de costumbres, acertijos, charadas, entre otros textos menores, y “Letreros inortográficos”, en donde se hace mención directa, con datos concretos, de las faltas ortográficas que “contaminan” las calles de la ciudad. Por supuesto que Arona no pierde la oportunidad de mofarse de aquellos errores, ridiculizando también a los despistados que los cometieron:

“Calle de Copacabana, 129 - -No, mi buen bachicha; no es Perichola sino Perricholi. Por lo menos la doble rr no debe faltar” (N° 3: 3).
“Carabaya 140--Probablemente es Ud. el primer bobo de Lima, a quien se le ocurre escribir bovos con v, exponiéndose a que proteste D. Juan Bove” (N° 10: 3).

En El chispazo Juan de Arona publica dos de sus obras principales. En la sección “Literatura” publica su Diccionario de peruanismos y en la sección “Folletín”, Memorias de un viajero peruano.
En cuanto a la publicidad, el periódico recibe apoyo recién a partir del N° 16. Se exponen avisos sobre seguros de vida, dentistas, agentes de aduana, boticas, empresas de vino, cigarrerías, etc. Entre todos ellos destaca, por estar a página completa y con gráficos, el aviso constante de una compañía inglesa con la que se cierran las ediciones: “Bowes, - Scout, y Westem. Lima – Londres. Ingenieros, constructores e importadores. Fabricantes de toda clase de maquinaria para minería y completas instalaciones para azúcar, algodón, luz eléctrica, ferrocarriles...”.
Al final de la publicación se acostumbraba a colocar un aviso que hacía referencia a los lugares de venta y, por lo general, aparecían las direcciones o los nombres de los establecimientos que ofrecían sus productos o servicios en el periódico:

El Chispazo aparece todo los sábados por la tarde. Lugares de venta y suscrición: Librería de Colville, Plateros de San Pedro; cigarrería de Chávez Portal de Escribanos, 130, en la Botoneros, 156 B, y en la imprenta de su publicación, en donde serán atendidas las reclamaciones
En Chorrillos, en la oficina de la Estación.
En el Barranco, en la Botica.
En el Callao, librería de Nevton.
En Chicla, D. Antonio Cabieses.
Correspondencia y canjes: dirijirse a P. Paz-Soldán y Unanue, Recoleta, 279.
Colecciones y números atrasados, en la Administración, Recoleta, 279, y en la imprenta de su publicación.

Es importante anotar que la distribución del periódico no se limitaba a la capital. La sección “Correspondencia particular del “Chispazo” funciona como un espacio de comunicación en el que Arona responde las cartas de quienes solicitan el periódico, que en su gran mayoría son personas de provincia: Puno, Arequipa, Cerro de Pasco, Cuzco, Huaraz, Pacasmayo, Chanchamayo, Huacho, Chincha y Mollendo son algunos de los lugares hacia donde escribe Arona. Por lo general, la sección detalla el número de ejemplares remitidos, el dinero adeudado y la forma de pago, aunque en ocasiones también es utilizada para dar cuenta, no sin ironía, del atraso en la cancelación de un envío:

M. T. M -Casapalca.- En su apreciada de antes de ayer me dice U. que por correo anterior me remitió veinte soles plata efectiva por cuenta de recibos cobrados, por conducto del amigo señor Andrés Cobos. Aun no he visto ni los soles ni al amigo. Oportunamente le indiqué a U. que se dejara de personas seguras y que remitiera con papeleta por la Empresa del Trasandino, como lo hacía el anterior agente. U. me contestó “que temía que fuera muy caro”. Más caro sale ahora por las molestias que me impone (N° 61: 303).

Hemos mencionado el carácter dinámico de El chispazo en cuanto a su estructura. “En los trenes” tiene como autor a Jenaro Vanda y aparece en una columna titulada “Plagas de Lima”. No es muy frecuente la presencia de este espacio en el periódico. A grandes rasgos, se trata de un espacio en donde se rechazan aquellas costumbres que Juan de Arona concibe como el resultado del problema educativo que afronta La República: la holganazería, la ausencia de hábito lector, la impertinencia de los desconocidos, la falta de cordura al hablar y la fuerte inclinación por las expresiones artísticas populares
[10].

3. “En los trenes”: un malcriado a bordo de la modernidad

“En los trenes” nos narra la historia de un hombre de modales refinados que, al viajar en tren, es abordado por un sujeto afrodescendiente, a pesar de que intenta evitarlo fingiendo leer y pagando el pasaje de un niño con el propósito de aparentar, ante el inoportuno, que está acompañado. Todo es inútil y nuestro personaje tiene que soportar las costumbres de su compañero de viaje. Y más aún, hasta después de llegar a la estación. Es por ello que el relato termina con la determinación del hombre de viajar en segunda clase, no importando lo que ello signifique para su distinción, todo con tal de no ser molestado.
En el relato asistimos al (des)encuentro de dos estructuras mentales en medio de un espacio público sin restricciones, como lo fueron los trenes en el periodo
[11]. Nos encontramos ante la representación de sujetos determinados por los procesos sociales decimonónicos[12]. Por un lado, tenemos al burgués conservador, y por el otro, al individuo subalterno poseedor de una ideología liberal.
Nuestro personaje manifiesta un comportamiento moderado, vive de acuerdo con las normas. Contrasta con la personalidad del sujeto subalterno, quien se distingue por sus actitudes groseras, pues se dice que “él no aguantaba las etiquetas monárquicas de la vieja Uropa” (N° 57: 267). Esta referencia a Europa se explica a partir de la influencia ejercida por Inglaterra y Francia en los países latinoamericanos a fines del XIX, constituyéndose como los modelos culturales a seguir para las nuevas burguesías. En ese sentido, el estilo de vida de esta clase social se identifica por su cosmopolitismo.
Ahora, el cosmopolitismo rechazado por el afrodescendiente es para el sujeto burgués signo de superioridad. Podríamos decir que “En los trenes” es un texto en el que los personajes están ubicados de acuerdo con una perspectiva vertical de la sociedad. El comportamiento educado del burgués contrasta con el de su acompañante, quien definitivamente no sintoniza con su rango social. José L. Romero se expresa como sigue sobre el particular:





La preocupación fundamental de las nuevas burguesías latinoamericanas –por lo demás, como las de gran parte del mundo- fue ensayar y consagrar finalmente un estilo de vida que expresara inequívocamente su condición de clase superior en la pirámide social a través de claros signos reveladores de su riqueza. Pero no solamente mediante la actitud primaria de exhibir posesión de bienes, sino sobretodo, a través de un comportamiento sofisticadamente ostentoso. Por esa vía se buscaba dignificar a las personas y a las familias, y obtener el reconocimiento de una superioridad [...] (285).

Alberto Varillas ha señalado que la pugna entre conservadores y liberales en el siglo XIX se acentúa al abordarse temas religiosos y educacionales (242). En efecto, en función de la educación de los personajes el texto de Arona marca los límites entre el viajero molestado, quien representa la tendencia conservadora en la que el orden rige las relaciones sociales, y el sujeto del sector popular, representado con significantes negativos (“verdugo”, “malcriados”, “ganapanes”, “importuno”; también se produce la animalización del mismo: “buitre”, “tábano”, “moscón”). A través de un proceso de alteridad el individuo de la periferia juzga al burgués por seguir el paradigma europeo, y éste juzga al otro tildándolo de “grosero liberalote”.
La relación de alteridad entre ambos personajes nos aproxima a las formas de apropiación del fenómeno de la modernidad por parte de estos miembros de sectores sociales diferenciados
[13]: la modernidad para el burgués es entendida en términos de selectividad y de distinción; en cambio, para el sujeto afrodescendiente la modernidad es sinónimo de integración.
En esta dirección, el proyecto estético-ideológico de “En los trenes” nos propone al burgués como un sujeto modélico para la sociedad, lo que a su vez significa la propuesta de una modernidad en la que el orden predomina sobre la libertad social. De esta manera, en el texto se efectúa la sanción de las costumbres tradicionales en pos de una modernización cultural de la sociedad, proyecto promovido por el Estado y por grupos de profesionales e intelectuales de la época (Muñoz 34). En el sujeto burgués se concentra una nueva moral en la que la disciplina, el progreso, la moderación, la higiene y la sensibilidad estética (nuestro personaje es “excéntrico” y “caviloso”) son los valores adecuados con los cuales superar el estado de barbarie en el que se vive y encaminarse así hacia el objetivo de construir una sociedad verdaderamente moderna.
Si bien es cierto que la prensa decimonónica fue el espacio alternativo –después de la universidad– en donde se desarrollaron las posturas progresistas del periodo (Águila 61), cabe preguntarnos en qué medida se presenta ese afán de modernización, ya que periódicos como El chispazo asumen esa empresa como algo imposible. Pensamos que en el fondo se trata de un proyecto ambivalente, pues al discurso de elite modernizadora (Muñoz 18) subyace el pesimismo por una sociedad en crisis y sin posibilidad de cambios, determinándose una concepción vertical de la sociedad frente a la heterogeneidad cultural del país.
Finalmente, podemos señalar que el relato objeto de estudio nos sitúa frente a esa experiencia inconclusa que fue nuestra modernidad, puesto que si, por un lado, el espacio en el que se desarrolla la diégesis es un tren, signo del progreso junto a los vapores y a los avances de la ciencia, por el otro nos aproxima a un orden social en el que predomina la desigualdad y la exclusión, atentando de esta forma en contra de los principios republicanos
[14]. Esta visión del mundo en la que no se admite al otro se inscribe dentro del discurso propio del sujeto esclavista, categoría propuesta por Marcel Velásquez para el estudio de la construcción cultural que del afrodescendiente realiza la elite letrada decimonónica (78). El discurso del sujeto esclavista presente en nuestro relato debe entenderse en el marco del racialismo científico finisecular, el cual concebía a los afrodescendientes a partir de una óptica esencialista, culpándolos de la degeneración del orden social. La legitimación de las prácticas racistas llevada a cabo por la elite sobre la base de argumentos científicos sirvió como un mecanismo de resistencia ante el caos social producido por la interiorización generalizada de las ideas liberales y democráticas de igualdad formal, determinando de esta forma un proyecto político-moderno sólo en apariencia, pues prevalece esa mirada colonial que enclaustra al otro en la inmoralidad y la perversión, rechazando debido a estos factores toda posibilidad de contacto y superación social.

Bibliografía

ÁGUILA, Alicia del
1997 Callejones y mansiones: Espacios de opinión pública y redes sociales y políticas de la Lima del 900. Lima: PUCP, Fondo Editorial.

ALTUVE-FEBRES, Fernán
2005 Antología de Pedro Paz Soldán y Unanue, Juan de Arona. Lima: Quinto
Reino.

ARONA, Juan de
1892 El chispazo, segunda época de La Saeta. Periódico semanal de literatura, política y costumbres. Lima, sábado 12 de noviembre, Año II. N° 57.

BASADRE, Jorge
1939 Historia de la República 1822-1899. Lima: Libr. e Impr. Gil

2005 Historia de la República 1822-1933. Lima: El comercio, t.10.

MUÑOZ, Fanni
2001 Diversiones públicas en Lima, 1890-1920. La experiencia de la modernidad. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.

ROMERO, Emilia
1966 Diccionario manual de literatura peruana y materias afines. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

ROMERO, José L.
1976 Latinoamérica: las ciudades y las ideas. México D. F.: Siglo XXI.

TAURO, Alberto
1993 Catálogo de seudónimos peruanos. Lima: Ariel-Comunicaciones para la cultura.

VARILLAS, Alberto
1992 La literatura del siglo XIX. Periodificación y caracterización. Lima: Fondo editorial PUCP.

VELÁZQUEZ, Marcel
2005 Las máscaras de la representación. El sujeto esclavista y las rutas del racismo en el Perú. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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EN LOS TRENES[15]

Jenaro Vanda

Siempre que veo a un hombrecito que va apurado a
[16] tomar el tren, me lleno de consternación.
- A la idea de que no lo alcance – me interrumpe mi limeñito lector, con la sempiterna pretensión, que tanto le fomentan de que él es mu vivo.
No, señor; mi humanismo va mucho más lejos, y mi pregunta es:
- Infeliz!¿Quién será tu verdugo durante el trayecto?
Porque, dados los malditos carros americanos, como se les llama, y la vida familiar que aquí se lleva, el trayecto se convierte en un acto de sociedad entre 60 personas, en el que todos se molestan, hastían y manosean.
Allí salta forzosamente el verdugo, que al ver a un pobre pasajero solitario arrinconado en su asiento, se abalanza sobre él, se arrellana a su lado y comienza a aguijonearlo hasta el último paradero.
Un amigo mío, excéntrico célibe, se valía de todos los medios para librarse de esta compañía impuesta que ya sabía le esperaba en los trenes.
Se llevaba un paquete de viejos periódicos del anteaño pasado, se fingía abrumado en su lectura, tirándose el sombrero hasta las narices, y esparciendo algunos números sueltos en el asiento de al lado.
Nada ahuyentaba al buitre, que desde el otro extremo del coche salón lo divisaba, y acto continuo
[17] se venía sobre él desarrollando una fuerza como de 80 pollinos.
Y se le pegaba.
Ideó después hacerse acompañar de alguno de sus sobrinitos, pasando por el sacrificio de pagar pasaje y medio.
Por mucho tiempo esta débil barrera contuvo aún
[18] a los más impudentes, y nuestro excéntrico[19] célibe se pagaba de su gusto de ser enteramente dueño de su persona en todo el tránsito ferrocarrilero.
Hasta que llegó la plaga N. 1.
Un individuo que a título de muy liberal, como él decía, se creía con facultades, lo mismo que otra sarta de ganapanes de esta ciudad de malcriados, a abordar, manosear e interrogar al género humano.
La víctima lo presintió antes
[20] de sentirlo; se tapó la cara; fingió[21] que dormía, que sufría.
No le valió.
- ¡Hola! mi amigo – le dijo el grosero liberalote dándole un gran manotón en el hombro. ¿cómo se hace Ud. el que no ve a los amigos, no?
Vaya, a este chiquito lo colocaremos acá, el viaje en compañía
[22] se acorta.
- Se alarga, - gimió por lo bajo el abordado
Y empezó el cruel suplicio que debía durar media hora.
El pesado huésped se estiró en el asiento de que había desalojado al niño; le metió entre las piernas a su víctima un enorme saco de noche cuadrado que traía en la mano, y como de costumbre, comenzó a imponerle sus costumbres.
-Ese ventanillo, dijo, lo bajaremos, porque el polvo nos sofoca. (O lo alzaremos, si estaba bajo, para no asfixiarnos)
De repente exclama:
¿Pero qué clase de viajero es Ud.?¡Se ha plantado Ud. en todo el lado del sol! Esto no puede ser. Vámonos al frente.
Y quieras que no, cargó con su víctima, siempre a título de muy liberal.
Él no aguantaba las etiquetas monárquicas de la vieja Uropa.
El tren se puso en marcha.
El tábano principió por limpiarse el pecho. Vino en seguida un alargar y recoger la boca cerrada, que recordaba el movimiento de la cola de la tortolita, cuando la mansa paloma va a expeler.
- Dios nos asista! gimió la víctima, - conocedor de su peis
[23] – viene la baba, la estela del siglo XIX[24].
Y un instante después caía a sus pies
[25] una enorme plasta de saliva, que el emisor refregaba inmediatamente con la suela de su ancha bota, creyendo que esto era el non plus ultra de la pulcritud.
- ¿Cuándo se inventarán vagones-garitas? pensaba nuestro oprimido pasajero.¿O un sistema celular como en la Penitenciaría?
Y no iba muy descaminado.
El progreso industrial tiende a favorecer el aislamiento del hombre, libertándolo del prójimo importuno.
¡Cuando hasta en las cámaras de los Vapores se han sustituido las incomodas mesas largas con mesitas de una silla!
El tren sigue avanzando y el importuno no cesa de hablar; y con lo que esfuerza la voz para dominar el ruido de la marcha, se arma una atmósfera ensordecedora, que trae medio loco a su desgraciada víctima.
De cuando en cuando se interrumpe para apostrofarlo:
- Pero ¿qué diablos tiene Ud.?¿Está Ud. enfermo? ¿Está Ud. de mal humor?
- Estoy oyendo
- ¿Eh?
- Que lo estoy oyendo
- ¿Eh?
- ¡¡¡Que estoy oyéndolo a Ud., hombre!!!
Los médicos deberían prohibir que se conversara en los trenes en marcha, porque hay que hacer esfuerzos fatigantes de atención y de voz, para oír
[26] y para hacerse oír.
Con llegar a la estación ¿nos hemos librado del moscón?
No, señor, allí viene esta pregunta:
- ¿Qué camino sigue Ud.?
- Por aquí.
- Yo también
[27].
- No; me he equivocado, es por acá
- Lo mismo me da; puedo acompañarlo a Ud., la buena compañía corta el camino.
Nuestro caviloso viajero comenzó por renunciar a viajar en los trenes suburbanos de Lima.
Esto era insostenible.
Al fin..... ¡oh remedio heroico
[28], nauseabundo, denigrante, pero el único que garantizaba por completo la independencia personal en el trayecto!
Nuestro hombre decidió viajar en segunda clase, en medio
[29] de la mugre.
Allí gozaba de la vista del campo, de la lectura, de la meditación....
Y nadie se metía con él.


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(*) Ponencia presentada en el Congreso Internacional Perú XIX. Universos discursivos en la prensa peruana decimonónica, 08 de julio de 2008, en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Pontificia Universidad Católica del Perú.



[1] El texto se adjunta al final del presente artículo.
[2] Para una biografía actualizada del autor, consúltese “Juan de Arona, El Censor de la República”, estudio preliminar que realiza Fernán Altuve-Febres en su libro Antología de Pedro Paz Soldán y Unanue, Juan de Arona (Lima, 2005).
[3] El seudónimo de Juan de Arona, aparte de aparecer en las secciones “Literatura” y “Folletín”, es utilizado para firmar los textos poéticos.
[4] El énfasis es nuestro.
[5] Jorge Basadre ha registrado la censura del periódico de la siguiente manera: “Pero la oposición crecía, adoptando, sobre todo, la forma de pequeños periódicos, muy buscados y celebrados por el público: La cachiporra, La tunda, El chispazo y otros. Diversas fueron las medidas adoptadas contra los redactores y editores de estos periódicos, hasta que el gobierno acabó por suprimirlos con un decreto que prohibía la publicación de más de treinta hojas llamadas “eventuales”. Al mismo tiempo, el gobierno revivió el reglamento sobre la moralidad pública expedida en 1877 que, en la parte relativa a la prensa, copiaba lo dispuesto en el reglamento de 1839” (1939: 540).
[6] Véase “Ciudad de desamparados y gobierno de amparados” (Nº 18).
[7] Véase “Un sueño” (Nº 22) y “La toma del mando” (Nº 23).
[8] Alberto Tauro señala que el apelativo “refleja una amarga circunstancia biográfica, en cuanto su uso siguió a la pérdida de la hacienda “Arona” en un litigio” (104).
[9] Recordemos que El chispazo aparece el mismo año en el que Arona publica su estudio sobre la inmigración en el Perú.
[10] Véase “El Valsecito” (N° 53: 234), texto en donde Arona exige que en lugar de la difusión de este género musical, se promueva el teatro.
[11] Fanni Muñoz anota que “los nuevos medios de transporte posibilitaron una mejor comunicación entre el centro de la ciudad y las nuevas zonas de crecimiento, lo cual favoreció el uso de los espacios públicos” (105).
[12] Alberto Varillas ubica a Pedro Paz Soldán y Unanue dentro de la sexta generación de escritores del XIX, que es conformada por todos los nacidos entre 1837/1851. Como contexto sociocultural a sus obras, Varillas anota la pugna entre conservadores y liberales, el ingreso de las doctrinas positivistas al Perú y la importancia que se le da a la educación nacional (240).
[13] En este punto nos basamos en la distinción de las tendencias modernistas realizada por Alicia del Águila en su estudio sobre los espacios urbanos de la Lima del XIX (Véase 39-43).
[14] Como señala Basadre, “la idea de ir al fomento o desarrollo nacional a través de las vías de comunicación no estuvo acompañada, como podría estarlo a mediados del siglo XX, por preocupaciones de orden social, orientadas a buscar un alza en del [sic] nivel de vida, un aumento de la productividad” (2005 t. 10: 84).
[15] Texto recogido de El Chispazo, segunda época de La Saeta. Periódico semanal de literatura, política y costumbres de Juan de Arona. Lima, sábado 12 de noviembre de 1892. Año II. Num. 57. pp. 266-267.
[16] En el texto original, la preposición “a” aparece tildada.
[17] En el texto original, aparece “Contínuo”.
[18] De acuerdo con el relato, “aun” es sinónimo de “todavía”; por lo tanto debe tildarse. En el texto original aparece sin tilde.
[19] En el texto original, “excéntrico” está escrito sin tilde.
[20] En el texto original, antes está escrito así: “ántes”.
[21] En el texto original, “Fingir” aparece con “j” en lugar de la “g”.
[22] En el texto original, “compañía” aparece sin tilde.
[23] Creemos que es un error de carácter tipográfico. Debería decir “país”. En otras columnas del periódico, aparece “peis” en letras cursivas, con el propósito de asignarle un significado particular a la palabra en función al contexto del artículo en el que se inserta.
[24] En El chispazo la baba es muy representativa de las costumbres vulgares del siglo XIX. Esto resulta evidente por sus constantes menciones en artículos diversos. Por ejemplo, en el Nº 3, con fecha 31 de Octubre de 1891, se publica un cuadro de costumbre firmado por Ajenor Vanda titulado “La baba”, y en el cual se dice lo siguiente: “La baba es el reguero del siglo XIX. Por donde quiera que vayas, darás con ella. En los vagones, en los trenes, en todo piso” (3). En la nota editorial del 28 de Noviembre de 1891, “Peste del ornato Municipal”, Arona se expresa como sigue apropósito de quienes verdaderamente ocupan los bancos de los parques: “En las noches de retreta, cuando llega la concurrencia propiamente dicha, la que directa o indirectamente sostiene al Estado, ya los consabidos están ocupados por la gran canalla, improductiva y babeante, que entre sus infinitos privilegios, cuenta con el de no estar obligada a ceder a nadie su asiento, el asiento que no paga, y cuyos alrededores pone intransitables con la laguna de babas” (N° 7: 2).
[25] En el texto original, aparece “piés”.
[26] La palabra “oír”, que se repite en este párrafo dos veces, en ambos casos aparece sin tilde.
[27] En el texto original, “también” no tiene tilde.
[28] En el texto original, “heroico” aparece con tilde en la “o”.
[29] En el texto original, “medio” forma una sola palabra con la preposición “en” que le antecede.

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