viernes, 17 de julio de 2009

Identidad y diferencia: el conflicto armado de la década de los 80´ en la novelística peruana contemporánea - Por Néstor Saavedra Muñoz (*)

El presente trabajo tiene como objetivo el estudio de los problemas de identidad y de diferencia representados en cinco novelas peruanas contemporáneas que abordan el tema del conflicto armado entre Sendero Luminoso y el Estado.
Las novelas materia de análisis son las siguientes: Rosa Cuchillo de Óscar Colchado Lucio, De amor y de Guerra de Víctor Andrés Ponce, Lituma en los Andes de Mario Vargas Llosa, Abril rojo de Santiago Roncagliolo y La hora azul de Alonso Cuento.
Hemos denominado “conflicto armado” al problema social y político dado en los años 80`. En ello seguimos lo mencionado por Santiago López Maguiña en el curso Seminario monográfico I, en el cual plantea la pertinencia del término “conflicto armado” por su neutralidad, ya que con él podemos referirnos a la violencia ejercida tanto por el grupo senderista como por las Fuerzas Armadas. También seguimos los planteamientos de López Maguiña en cuanto a la organización de las novelas materia de estudio. Han sido separadas en dos grupos: Rosa Cuchillo y De amor y de Guerra responden a la lógica del discurso testimonial, en tanto que Lituma en los Andes, Abril rojo y La hora azul se organizan de acuerdo a la lógica de la novela policial.
Desde la perspectiva propuesta por nuestro trabajo, podremos acercarnos al contexto social en crisis, a la decadencia de las Instituciones del Estado y a la degradación de las conciencias de los individuos que se ven involucrados en el conflicto armado representado en los discursos ficcionales aquí abordados.

1. El testimonio sobre el conflicto armado: Rosa Cuchillo y De amor y de guerra

Tanto la novela de Óscar Colchado como la de Víctor Andrés Ponce abordan el tema del conflicto armado con un carácter testimonial. Los personajes se encuentran inmersos en un ambiente político y social determinado por el autoritarismo imperante de Sendero Luminoso (SL). Asumen un papel activo dentro del conflicto armado, puesto que la ideología comunista, con
toda su violencia llevada a cabo en la praxis, ha calado hondo en las conciencias de una sociedad que se encuentra en estado de crisis. René Jara, en Testimonio y literatura, define el discurso testimonial de la siguiente manera:

El testimonio ciñe los contenidos de la protesta y la afirmación, el juramento y la prueba. Sus funciones corren la gama que va desde la certificación de la acusación y la recusación. Sus personajes son aquellos que han sufrido el dolor, el terror, la brutalidad de la tecnología del cuerpo; seres humanos que han sido víctimas de la barbarie, la injusticia, la violación del derecho a la vida, a la libertad y a la integridad física (1986: 1).

Con respecto a Rosa cuchillo, nos interesa enfocar nuestro análisis en torno a la figura de Liborio, quien ha sido enrolado a las filas de SL, no por convicciones propias, sino que prácticamente Liborio ha sido presionado para participar de la revolución. En esa dirección, Liborio no se constituye como sujeto (en el sentido psicoanalítico del término), no vemos en él una toma concreta de decisión, un compromiso real con la causa comunista.
Ya que Liborio es un terrorista, apuntemos lo que implica ser parte de la revolución. Los personajes que invitan a Liborio a participar de la guerra popular tienen un carácter rígido, hermético, abocado exclusivamente a cambiar el sistema que regula la sociedad. Ello implica olvidarse de su ser individual
[1]. La personalidad, en pos de una nueva sociedad en la que los ciudadanos tengan iguales condiciones de vida, se diluye en una colectividad que comparte un sólido sistema de ideas. Así, el hombre que se ha comprometido con la revolución social no vive más que para ella, es un individuo que han dejado de lado su memoria y su identidad para tomar un rumbo en el que el bien común es lo único que les interesa, porque es esta actitud hacia la vida una fuente de dignidad para él.
La voz de Liborio nos permite ingresar al hermético mundo de los militantes del partido comunista. Su presencia en el grupo terrorista no es desinteresada, no recibe las ideas comunistas sin someterlas a una seria reflexión. Los senderistas son representados, en ese sentido, como un grupo heterogéneo. La instrucción comunista aún no se interioriza totalmente en algunos de los militantes. Esto se produce, sin duda, por el horizonte cultural de nuestro personaje, desde donde critica la visión occidental de la revolución. Se presenta como un sujeto andino, y por lo mismo, le extraña que no tengan su misma naturaleza aquellos que han recurrido a su grupo étnico para invertir el orden social establecido. Al respecto, cuando Liborio es herido en combate, tiene la oportunidad de analizar la condición de sus compañeros de armas:



A los dos días nomás felizmente la fiebre empezó a bajar. Aparte de los medicamentos que te aplicó Anselmo, muy bien te hicieron los remedios con hierbas que doña Antolina, la curandera, te dio a tomar (...). Anselmo, sus manos finas se estaban poniendo duras, quizá más que por las herramientas de su oficio, por el armamento y la dinamita que manipulaba. Pero, y Jaime?, ¿y el médico Eduardo? Y aquéllos que conociste en el ataque a la cárcel de Ayacucho? Había quienes usaban lentes, relojes o anillos. Y eran blancos, medio rubios algunos. No eran campesinos. Resentidos parecían más bien de los otros de su casta que estaban en el gobierno. Y Santos? Y Angicha? Ellos también eran mistis, aunque se disfrazaran de campesinos o lo hubieran sido alguna vez. ¿Seguirían creyendo en los dioses de las montañas? En la pachamama, en Wirakocha. Más parecía que no (...) (1997: 83).

Son tres los aspectos en los que Liborio hace notar su identidad como sujeto del mundo andino, marcando así su distanciamiento con la cultura Occidental: la vestimenta, la raza y la relación con entidades metafísicas. Liborio repara en que la vestimenta propia de los campesinos es empleada como una simple estrategia para lograr que la población indígena se identifique con la revolución. Empero, la ropa no logra convencer a Liborio, sus compañeros presentan una fisonomía distinta, se trata de hombres blancos. Todo ello produce en Liborio la interrogante sobre la visión que tendrán del mundo, los vínculos establecidos con entes superiores. El discurso de nuestro personaje se constituye, de esta manera, como un ingreso paulatino a la naturaleza del grupo senderista. Comienza con la vestimenta, continua con la raza, para luego preguntarse por el mundo interior que los configura como sujetos sociales. De este último aspecto, Liborio no puede dar respuesta, ya que las creencias de los senderistas no se manifiesta sino de manera casual. Es algo que Liborio deduce de circunstancias precisas.
Liborio es hijo de una divinidad: Pedro Orco. Concibe el mundo de acuerdo a códigos andinos. Uno de ellos es el que concierne a la reciprocidad. Hay un episodio en la novela en el que el grupo senderista ha tomado una vicuña para comer. El hecho le preocupa a Liborio, puesto que no se ha retribuido el bien brindado por la naturaleza. La mentalidad occidental ha usurpado un territorio que le es ajeno. De pronto, se desata una tormenta en la que se vislumbra un rostro furioso. Inmediatamente, Liborio y algunos compañeros asocian el fenómeno a una sanción de las divinidades por el robo cometido. Desconcertados, los terroristas dan su parecer sobre lo acontecido:

Asustados se alejaron del lugar, olvidándose hasta de la vicuña cazada. En lo alto del nevado, revolaba muy señorial un halcón blanco.
A pesar de todo lo ocurrido, oíste a Santos manifestarle sus dudas a Angicha. Y más te dolió cuando ésta le respondió:
- Yo también pienso que esa aparición fue un efecto visual. El resplandor del relámpago quizá, o acaso las nubes.
Caracho, también el pensamiento de ella era misti (1993: 130)

La perspectiva crítica con la que se relaciona Liborio a su partido, le conduce hacia un conflicto moral. Con sus reflexiones, logra entender que, en realidad, el indio está al margen de los verdaderos propósitos de la revolución. Liborio da cuenta de la posición que ocupa en el orden social: es un individuo que pertenece al grupo étnico de la periferia, pero anhela un cambio en el que el indio esté verdaderamente involucrado:


¿Hasta qué grado la revolución será para los naturales? ¿ o era sólo para tumbar a los blancos capitalistas como decían y luego ellos serían los nuevos gobernantes, sin que la conducción de ese gobierno nada tengan que ver con los runas? Lo deseable sería, piensas, un gobierno donde los naturales netos tengamos el poder de una vez por todas, sin ser sólo apoyo de otros (1993: 83).

La importancia de la novela de Colchado con respecto a la representación del grupo armado comunista, radica en que lo configura desde su intimidad. Aunque también veremos en De amor y de guerra la vida de los senderistas más allá del compromiso social, pensamos que en Rosa cuchillo asistimos, con mayor acierto, a la plasmación del mundo cotidiano de los terroristas. Sus vivencias se definen alrededor del deseo y las pasiones naturales, muy al margen de su postura política. Así, el amor se inserta en la problemática social. Liborio es atraído por la líder del grupo senderista: Angicha. Y a la declaración de nuestro personaje, ella antepone sus ideales: “Yo siempre he pensado en ti, Liborio. Sin embargo, creo que un combatiente debe dar más importancia a la lucha que al amor. El deber está ante todo. La entrega a la causa debe ser total” (1993: 177). Otra vez aquí la anulación del yo por parte del individuo en guerra. En otros personajes de las filas de sendero también se da un conflicto interior. Su conciencia se debate entre la individualidad y la causa común. En Omar, por ejemplo, vemos que, en el umbral de la muerte, evoca su pasado y menciona a su novia, constituyéndose como un sujeto que refleja haber tenido una vida anterior al partido: “Me hubiera… gustado despedirme –dice Omar con la voz entrecortada haciendo una mueca que intenta ser una sonrisa- … de mi novia huamanguina… a quien… dejé por seguir… este otro destino…” (1993: 159). En ese sentido, vemos el otro lado de los rebeldes.
Rosa Cuchillo, dentro de la narrativa que ha abordado el conflicto armado, es una novela paradigmática en la medida de que nos aproxima a una revolución social desde la perspectiva cultural andina. Esta sociedad, desde su racionalidad no cartesiana, también sabe de reivindicaciones. Y esa reivindicación estará encarnada en la figura de Liborio, quien al final de la novela se presenta como Incarrí, aquel que poco a poco se estaba construyendo para tomar el poder e invertir el orden social establecido. Es Liborio quien dará vuelta al mundo.
De amor y de guerra de Víctor Andrés Ponce es una novela que gira en torno a la figura de Nicomedes Sierra, quien ha sido afectado directamente por el conflicto armado. Su discurso también tiene un carácter testimonial. Narra el efecto que en su familia tuvo la violencia ejercida por SL para tomar el control de Rinconada, ciudad natal de nuestro personaje. En realidad, el conflicto armado se da en un contexto político forzado, porque tanto el bando de los terroristas como el grupo que dirige Nicomedes Sierra actúan en función a intereses personales. Nicomedes Sierra se enfrenta a Sendero no por constituirse como un sujeto de ideas, sino por configurarse como un apasionado que no quiere apartarse del lugar en el que vivió con Violeta, su esposa: “Me dormí esperanzado en que la rebelión iniciada se engrosara para zurrar a los tucos y gozar de mañanas tranquilas llevando las mejores orquídeas del valle a ese pedazo de tierra que abrigaba tu cuerpo y que había convertido en mi patria, en el inicio y el fin de mi tiempo” (2004: 52). De la misma manera, los terroristas están subordinados al Manco Miguel, personaje que ha emprendido el camino de la revolución por experiencias que lo han marcado profundamente. De pequeño, cuando vivía junto con su padre en una hacienda, fue víctima de la marginación y la violencia:

Miguel se alejaba de los canchones donde vivía la peonada y miraba hacia los alrededores de la casa hacienda sufriendo los contrastes. Las niñas, de seguro hijas del patrón, tenían cabelleras largas y polleras blancas con curiosos bordados de conejos y pajaritos y listones de vivos colores. Corrían felices, gritando y riendo. Miguel se preguntaba si aceptarían ser amigas de él. Tantas veces las fisgoneó que una mañana decidió jugar con ellas sin consultar a nadie, había tres chiquillas que se quedaron mudas observando al mocoso con las ojotas de jebe y el pelo grasiento y duro y aquel inconfundible olor que provenía del colchón. Las nenas, desconcertadas ante semejante aparición, retrocedieron hacia la entrada de la casa (2004: 129-130).

Miguel sufre las consecuencias de la trasgresión jerárquica. Ha entrado en contacto con su identidad; en el desdén de las niñas ha reconocido que es un individuo subalterno. Su identidad como sujeto social de menor jerarquía será reforzada por la agresión física: “Miguel no podía recordar si llegó a pedirles que jugaran con él, a veces se decía que sí y a veces que no, porque ni bien se acercó a ellas, el capataz de la haciendo le aplicó un puntapié que lo dobló como una sacuara y, de un remezón de dolor, se le borró la memoria del instante” (2004:130).
La marginación motiva en Miguel el cuestionamiento de la sociedad y sus clases. Y con su ingreso a la universidad ya no se encuentra solo, sino que en ella se siente identificado con una colectividad que ha tenido los mismos problemas. Así, su perspectiva de la sociedad desembocaría en la idea de establecer las mismas condiciones para todos, y ello encuentra su realidad en la adhesión al partido comunista. Gonzalo Portocarrero en Razones de sangre se expresa del “hombre rojo” como sigue:

¿Qué clase de gente puede encontrar seductora esta propuesta? ¿Qué puede haber detrás del hombre rojo? Probablemente un joven lleno de impulsos y ansiedad, que quiere ser bueno y reflexivo pero que, no teniendo un rumbo definido, decide entregar su privacidad y autonomía a cambio de paz, ubicación y sentido (1998: 61)

En el personaje de Miguel no vemos que la diferencia tenga una misma dinámica. La diferencia también puede simbolizar la osadía del héroe ante la adversidad, legitimando así su integración a un grupo determinado. Miguel ha perdido uno de sus miembros superiores en el ataque al puesto policial de Tambo, lo cual le llena de odio hacia la clase hegemónica, que es un sentimiento positivo en el marco de la revolución senderista:

En un primer momento, no quiso mirarse el brazo amputado, se quedó contemplando su rostro, con el pelo hirsuto apelmazado por el sudor de varios días, los ojos pequeños y hundidos y una mirada que revelaba el fuego que lo consumía. Luego bajó la vista al miembro desgraciado y sintió una crepitación de llamaradas que pulverizarían los restos del Estado terrateniente, a las ratas que vivían a costa del pueblo y a todo lo que se había confabulado para arrancarle el brazo: ese volcán que se agitaba en sus adentros era la necesaria afirmación del odio de clase, instrumento fundamental para el combate revolucionario (2004: 128).

Si por un lado Miguel ha sido desdeñado por el centro debido a su diferencia racial, por el otro se integra al grupo senderista afirmándose como un sujeto de mayor valor, distinguiéndose por su discapacidad física de entre quienes al igual que él están comprometidos con la lucha en contra del sistema social. La amputación de su brazo honra su actitud como revolucionario: “Pero antes que un nombre, lo del Manco Miguel era un sobrenombre que honraba el austero muñón a la altura del codo izquierdo” (2004: 127)
Como mencioné líneas arriba, en De amor y de guerra la representación de los grupos en conflicto aborda no sólo el plano ideológico, sino también el de la vida cotidiana. La novela de Ponce nos relata lo que hay detrás del conflicto armado. Hay ejecuciones por parte de los senderistas que están al margen de la ideología del partido, y se presentan como venganzas por hechos que conciernen a los intereses individuales de sus militantes. Es el caso de Porfirio, dirigente senderista en Rinconada, quien mata a Jazmina en nombre del partido por no haber correspondido a sus deseos sexuales. De este modo, se nos introduce en la privacidad de los personajes. Así como en Rosa Cuchillo se abarca la vida individual de los senderistas, en De amor y de guerra se nos representa al grupo que quiere recobrar el orden de Rinconada también como un grupo heterogéneo, en el que los participantes de la contrarrevolución no se libran de su pasado, de su horizonte cultural, de sus creencias. Hay un conflicto aún que todavía no les permite dedicarse plenamente a sus proyectos sociales. Por ejemplo, Carlos Huamaní lucha junto a Nicomedes Sierra a pesar de que ello implique estar en contra de su padre:

Cerca de Carhuapoma, Carlos huamaní, rostro acribillado de pústulas, el muchacho que se había rebelado ante la dulce y humilde autoridad paterna. Carlos Huamaní, el hijo del pastor de los presbiterianos, iniciaba más de una guerra: la guerra en contra de los tucos que pasarían en cualquier momento por la trocha que se curvaba hacia el pueblo y la guerra más cruenta y difícil, la guerra consigo mismo, en contra de una educación que le venía del Antiguo Testamento y se ratificaba con las páginas del Nuevo. ¿Cómo explicar el fúsil en las manos si le habían enseñado a poner la mejilla luego del golpe del agresor? (2004: 13).

La identidad del grupo aparece todavía de manera confusa. Todavía en sus integrantes hay serias diferencias que obstruyen la organización compacta del movimiento contrarrevolucionario dirigido por Nicomedes Sierra, quien es quizás el que realiza sus objetivos con mayor seguridad, si lo comparamos con Carlos Huamaní. Ello se pone en evidencia cuando algunos senderistas iban a ser ejecutados públicamente y el padre de Carlos Huamaní interrumpe el acontecimiento:

(…)Nicomedes Sierra, eres un embaucador de alumnos, lobo detrás de las ovejas tiernas, ¿de qué liberación hablas? Reúnes a la gente a punta de fusil, igualito que los tucos, y luego hablas de liberación, tomas prisioneros a tus enemigos igualito que los tucos, acaso no sabes que nada bueno se construye con lo malo (…)

(…) así que con la mirada le dije (Nicomedes Sierra) a Antezana lo que debía hacer y el muchacho avanzó con fusil alerta hacia Mauricio Huamaní y lo hizo retroceder algunas filas detrás de la primera línea de espectadores (…). El pastor que seguía gritando, Carlos Huamaní que titubeaba observando a su padre tan desaforado (…) Ya no escuchaba los gritos de Mauricio Huamaní, me acerqué a los tres jefes de los terruños envueltos en su noche final, levanté la pistola y descerrajé tres tiros inapelables (2004: 36-37).

De las citas se desprende la convicción por parte de Sierra de recuperar la armonía en el espacio donde fue feliz: Rinconada. Sin embargo, resulta significativo cómo las identidades en los grupos en conflicto se han invertido. Ya no son los senderistas la representación del mal, ahora quienes reproducen el mal son Nicomedes Sierra y su gente, puesto que están tomando los mismos mecanismos de sanción que los terroristas. Las fronteras se han diluido. El estado de decepción en el que se haya Rinconada, espacio en donde las leyes principales que defienden los derechos individuales y humanos se han suspendido, determina que no se reconozca quiénes asumen los papeles del bien y del mal. La representación de la pérdida de la identidad con respecto a los grupos armados en confrontación también podremos verlo en La hora azul, en donde la violencia de los senderistas es compartida con el sistema antisubversivo del Estado.

2. La estructuración del conflicto armado desde la lógica del género policial: Lituma en los Andes, Abril Rojo y La hora azul

Las novelas objeto de análisis aquí abordan el tema del conflicto armado desarrollando una historia de investigación. La diégesis se orienta a resolver un misterio relacionado con la trasgresión de una ley. Las acciones de Lituma en los Andes y Abril rojo se organizan de acuerdo a la investigación de un delito y sus móviles, en tanto que La hora azul se presenta como una historia familiar en la que se apunta a desentrañar el pasado de uno de sus miembros.
Lituma en los Andes de Mario Vargas Llosa es una novela que se desarrolla en la comunidad de Naccos, en donde se está construyendo una carretera. La inspección de la obra está a cargo de dos guardias civiles: Lituma y su subordinado Tomás Carreño. Lituma es natural de la costa (Piura), en tanto que Carreño ha nacido en la región andina, pero criado en Lima.
Lituma es un personaje que no puede relacionarse con los individuos de la comunidad. Lituma concibe la sociedad de un modo vertical, entendiendo como inferior al grupo étnico andino. La excepción para Lituma es su ayudante Carreño, con quien se siente entendido. Para Lituma, Carreño debería integrarse a la cultura Occidental porque no refleja las actitudes de los indígenas, a pesar de ser su origen el mundo andino: “Por tu manera de ser, merecerías haber nacido en la costa. Y hasta en Piura, Tomasito” (1993: 13).
Lituma en los Andes se desenvuelve en un ambiente conflictivo. La novela se estructura en función de un choque cultural. Lituma, por un lado, es un individuo que por medio de la razón quiere llegar hasta el fondo de los crímenes cometidos en Naccos. Por el otro, Vargas Llosa representa la visión del mundo propia del sujeto de los Andes en Adriana y Dionisio, tomando como referencia la mitología griega
[2]. Ellos proponen que quizá no se traten de asesinatos, sino de rituales. En ese sentido, podemos decir que Lituma en los Andes tiene como eje de la trama la dicotomía Crimen/Sacrificio. Para la racionalidad de Lituma resulta incomprensible que en los sacrificios estén involucrados hombres que Lituma concibe como civilizados. Aquí entra en juego el binomio Barbarie/Civilización:


¿Cómo es posible que esos peones, muchos de ellos acriollados, que habían terminado la escuela primaria por lo menos, que habían conocido las ciudades, que oían radio, que iban al cine, que se vestían como cristianos, hicieran cosas de salvajes calatos y caníbales? En los indios de las punas, que nunca pisaron un colegio, que seguían viviendo como sus tatarabuelos, se entendería. Pero en estos tipos que jugaban cartas u estaban bautizados, cómo pues (1993: 204.205).

Con la presencia del profesor Paul Stirmsson, Lituma va siendo tolerante con la racionalidad andina; va comprendiendo que la creencia es algo manifiesto que actúa en la realidad, no una simple invención del indígena. Es por ello que comienza a saber de los Apus, por ejemplo, gracias a las conversaciones que entabla con el profesor (1993: 174).
Lituma entiende las diferencias que hay entre su visión del mundo y la del sujeto subalterno. Piensa que los espacios están delimitados: Costa (racionalidad) y Sierra (superstición, mística)
[3]. Sin embargo, grande es su sorpresa cuando es informado de que en Lima también hay manifestaciones de una mentalidad retrógrada. Así, Lituma se ve como un sujeto en el que su identidad es vacilante, se presenta como un hombre de ningún lugar:

Algo grave está pasando en este país, Tomasito (…) ¿Cómo va a ser posible que toda una barriada de Lima se atolondre con semejante bola? Unos gringos metiendo en autos lujosos a niños de cinco años para sacarles los ojos con bisturís ultradinámicos. Que haya locas que digan eso, por supuesto. Lima también tendrá sus doñas Adrianas. Pero que toda una barriada se lo crea y los pobladores se lancen a sacar a sus hijos del colegio y se pongan a buscar forasteros para lincharlos ¿no te parece increíble? (1993: 186-187).

El conflicto entre horizontes culturales para resolver el caso de los desaparecidos en Naccos parece inclinar la razón hacia la visión del mundo andino. Lituma toma conciencia, no sin desdén, de la verdad del indígena, quien es todavía visto como un salvaje: “Es como si ese par de salvajes estuvieran teniendo la razón y los civilizados no. Saber leer y escribir, usar saco y corbata, haber ido al colegio y vivido en la ciudad, ya no sirve. Sólo los brujos entienden lo que pasa… (1993: 188-189).
La organización de las acciones en Abril rojo de Santiago Roncagliolo es similar a la novela de Vargas Llosa. Hay una investigación realizada por el fiscal distrital adjunto Félix Chacaltana Saldívar en torno a una serie de asesinatos cometidos en la ciudad de Ayacucho en el contexto de las celebraciones por Semana Santa.
En Abril rojo asistimos a un proceso en la personalidad de Félix Chacaltana. En un comienzo se presenta como un sujeto firme en sus principios, con los cuales pretende alcanzar el éxito profesional. Desea integrarse a las altas esferas del poder, demostrando su competencia con la realización de una labor intachable como fiscal. Busca el reconocimiento. En esa dirección, su individualidad será definida mediante una relación de alteridad con los otros. La interacción con el otro se basa en una responsabilidad específica que va a determinar los actos concretos, los cuales van a repercutir en el entorno social. Se trata del “acto ético” definido por Mijaíl M. Bajtín: “cualquier acto nuestro, cuando no es fortuito, sino que obedece a la tensión permanente del deber ser que proviene de la presencia del otro, es un acto entendido específicamente como ‘acto ético” (2000: 18).
De esta forma, Chacaltana regula sus actos según las reglas. Es un hombre que condena la trasgresión de la ley. Pero cuando es reconocido por el poder, cuando se cumple su anhelo, se da cuenta de que la trasgresión es la norma en una sociedad en estado de emergencia. Chacaltana antes de entrar en contacto directo con la crisis social, tenía delimitado su sistema moral. Es decir, sabía que los senderistas representaban a la maldad y las Fuerza Armadas al orden y la justicia. No tarda mucho Chacaltana en reparar que las identidades en la práctica no están del todo definidas. En su conversación con el senderista Hernán Durando González, descubre que sus ideas son muy relativas en torno al conflicto armado:

-Hay un reo por repartir propaganda senderista, pero es analfabeto. ¿Inocente o culpable?
El fiscal buceó mentalmente en el ordenamiento jurídico en busca de una respuesta mientras tartamudeaba:
-Bueno, en un sentido técnico, quizá…
-Otro está preso por arrojar una bomba a un colegio. Pero es retrasado mental. ¿Inocente o culpable?¿Y los que mataron bajo amenaza de muerte? Según la ley son inocentes. Pero entonces, señor fiscal, todos los somos. Aquí todos matamos bajo amenaza de muerte. De eso se trata la guerra popular (2006: 150).

La muerte no sólo caracteriza a los acontecimientos de violencia realizados por el grupo revolucionario. Las Fuerzas Armadas también luchan con violencia. La muerte sigue siendo tal, así sea entendida como el resultado efectivo de una estrategia defensiva del Estado. Así se lo hace saber el senderista entrevistado por el fiscal: “Claro. Si uno mata con bombas caseras se llama terrorismo y si mata con ametralladoras y hambre se llama defensa. Es un juego de palabras, ¿no?...” (2006: 148).
Abril rojo representa el afán de las autoridades por aparentar un país en paz, en donde las sublevaciones guerrilleras son cosa del pasado. Chacaltana conoce la verdad y él es el primero en proponer la presencia senderista como un peligro latente para la población. En realidad, los asesinatos en serie que investiga los vincula al resurgimiento del terrorismo. Al igual que en Lituma en los Andes, la tensión narrativa está determinada por el conflicto ideológico que se da entre los individuos occidentales y el mundo andino. También aquí el binomio Crimen/Sacrificio organiza la trama. Las muertes de la novela tienen referencias religiosas. El padre Sebastián Quiroz Mendoza, párroco de la Iglesia del Corazón de Cristo, ilustra a Chacaltana sobre la diferencia de perspectivas con respecto a la Semana Santa entre los occidentales y el indígena. Estos celebran el eterno retorno, el tiempo cíclico: “la tierra muere después de la cosecha y luego vuelve a nacer para la siembra”. Hay un proceso de transculturación, en el que “disfrazan a la pachamama con el rostro de Cristo”, en tanto que para la visión occidental del mundo, la muerte es un momento de transición hacia la vida eterna. Quedan definidas, de esta manera, las identidades de los grupos sociales que configuran la novela de Roncagliolo.
Ahora, como hemos mencionado anteriormente, el estado de decepción en el que se encuentra la sociedad desvanece las fronteras entre el bien y el mal. La entrevista con Hernán Durando González es reveladora en ese sentido. Cuenta los abusos del las Fuerza Armadas en nombre del orden. La violencia de SL está a la altura de la violencia ejercida por el Estado. No hay diferencias entre los actos crueles de uno u otro grupo. Al relatársele a Chacaltana el abuso sexual cometido a una militante del partido por las Fuerza Especiales contrasubversivas, se da cuenta de la decadencia del sistema de valores que regula el orden social. Chacaltana se ve en un conflicto interno, puesto que no se puede confiar en nadie, ni siquiera en la Iglesia. La Iglesia es representada como una Institución que, conocedora del ambiente caótico de la ciudad, muestra una actitud pasiva. Es más, acepta la instalación del crematorio, poniéndose al mismo nivel ético del Estado, ya que como dice el comandante Carrión, “Todos teníamos las mismas ganas de librarnos de los terrucos, ¿no? (2006: 202).
Como vemos, en la novela de Roncagliolo los límites de la identidad son confusos. El conflicto armado establece la trasgresión de las leyes como una norma social. Las circunstancias de la guerra justifican la violencia y la anulación de los derechos humanos.
La hora azul de Alonso Cueto, a diferencia de las novelas anteriormente estudiadas, se desarrolla en un ambiente urbano. Nos narra la historia de Adrián Ormache, un abogado exitoso que pertenece a la clase pudiente. Todo cambia a la muerte de su madre, puesto que su vida se torna problemática tras el descubrimiento de una relación amorosa que su padre mantuvo con Miriam, una indígena capturada por las Fuerzas Armadas durante la guerra contra SL.
La hora azul es una novela que consideramos desarrolla una historia de índole privada. El conflicto armado es un hecho que no explica la totalidad de la novela. Cueto apunta a representar una historia familiar más que un conflicto social determinante. Si el conflicto armado es un acontecimiento que está latente a cada instante en las novelas anteriores, en La hora azul la guerra contra SL es parte de un pasado que conforme avanza la narración se va desligando de la trama privada que se presenta como eje central de la novela.
La identidad de los personajes se define por su apariencia. Hay una preocupación por la imagen que se muestra ante el otro social. Adrián ormache teme que el secreto de su familia (la existencia de un padre corrupto y ordinario) salga a la luz. Su relación con una indígena sería una mancha en la reputación familiar y de inmediato vendría la sanción de la sociedad. Adrián Ormache no quiere que por la conducta paterna sea ignorado por la elite. Teme ante la diferencia con respecto a los de su clase.
En cuanto a la representación del indígena, es un individuo que tiene una particular visión del mundo. Vilma Agurto, por ejemplo, quien es tía de Miriam, es supersticiosa, pues cree en las maldiciones como formas justicia. Así lo demuestra en una carta que envía a la madre de Adrián Ormache y que éste descubre:

Su esposo el oficial Ormache es un hombre muy malvado, que ha traído una gran desgracia a mi familia. Mi sobrina fue torturada y perjudicada allá en Huanta. Mi sobrina era buena, nunca se metió en terrorismo, pero unos soldados vinieron y se la llevaron y su esposo Ormache la perjudicó, señora, violación le hizo. Por eso, señora, la maldición va a caer sobre sus hijos y sobre usted, señora. Malditos siempre. Esa maldición va a durar muchos años, sobre usted y sobre sus hijos y los hijos de sus hijos. Así será (2005: 50)

Lo que nos interesa resaltar de la novela de Cueto es su relación con esta tradición narrativa que aborda la problemática del conflicto armado. En La hora azul vemos que los límites que configuran la identidad de aquellos que están en disputa se desvanecen. Las Fuerzas Armadas es una Institución que, al igual que en la novela de Roncagliolo, se confunde con los senderistas por los actos de violencia que comete. El padre de Adrián Ormache, valiéndose de su poder y del estado de decepción en el que se encuentra el país, captura a mujeres y abusa sexualmente de ellas. Entre ellas, Miriam, de quien se enamora y cuida.

Conclusiones

a) El primer grupo de novelas está organizado en función del discurso testimonial, puesto que los personajes principales han sido afectados directamente por el conflicto armado. Nos narran sus vivencias, los traumas del pasado que, sin duda, son una explicación de su presente.
b) El segundo grupo de novelas siguen una lógica de investigación ante la trasgresión de una ley. Son novelas que se definen en el marco de la novela policial. Por ello, los héroes se relacionan con el conflicto armado de manera indirecta, recogiendo fuentes, testimonios de quienes en verdad participaron de la violencia política.
c) Al estudiar las novelas desde la perspectiva de la identidad y diferencia, asistimos a la representación de choques culturales. El horizonte cultural del sujeto occidental entra en confrontación con la visión del mundo propia del los grupos étnicos de la periferia.
d) El estado de decepción en el que se hallan los espacios en donde ha incursionado la subversión, trae como consecuencia que los límites entre el bien y el mal, entre el inocente y el culpable se desvanezcan. En ese sentido, asistimos a una pérdida de la identidad, tanto de los individuos como de las Instituciones. Resulta ser una constante el contexto caótico en el que se desenvuelven las tramas de las novelas aquí analizadas.
e) La representación en las novelas estudiadas de los grupos en conflicto va más allá del plano político y social. Sus identidades no se anulan totalmente por el “deber ser”. Manifiestan sus deseos y pasiones, muchas veces sus intereses corruptos, aproximándonos así a su mundo privado. En esa dirección, conocemos a los verdaderos protagonistas del conflicto armado.

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PONCE, Víctor A.
2004 De amor y de guerra. Lima, Norma.

PORTOCARRERO, Gonzalo
1998 Razones de sangre. Aproximaciones a la violencia política. Lima, Fondo editorial PUCP.

RONCAGLIOLO, Santiago
2006 Abril rojo. Lima, Alfaguara.

VARGAS LLOSA, Mario
1993 Lituma en los Andes. Barcelona, Planeta.

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(*) Ponencia presentada en el conversatorio Literatura de la violencia política, 12 de Octubre 2006, en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Publicada en la Revista de Literatura Ajos y Zafiros N° 8/9. Lima, 2007, pp 55-67. El texto aquí colgado es una versión corregida.


[1] El discurso de Abimael Guzmán, que lleva como título Por la nueva bandera, apunta hacia la anulación total del yo por la causa revolucionario: “El problema es simple inclusive para los que tienen alma dura; el problema es abrir el corazón con resolución, es fácil hacerlo, lo demanda la revolución. Basta de podridas aguas individuales, estiércol abandonado, nueva etapa: lavamos (sic) el alma, lavarnos bien... Vayamos al fondo de nuestras posiciones para clavar en nuestras almas definitivamente la bandera del partido... Problema es de dos banderas en el alma, una negra y otra roja. Somos izquierda, hagamos holocausto con la bandera negra, fácil es que cada uno lo haga de lo contrario los demás pasaremos a hacerlo (Citado en 1998: 58).
[2] Al respecto, Mark Cox ha señalado lo siguiente: “(…) la historia de Adriana y Dionisio es la adaptación “indígena” que hace Vargas Llosa de la mitología griega. Al igual que Adriana, quien ayuda a Teseo a matar al minotauro en su laberinto, Adriana ayuda a su primer amante Timoteo a matar a un pistacho, una figura canibalesca mítica andina, en su cueva laberíntica de la montaña. Al igual que Adriane, quien fue abandonada por Teseo en las isla de Naxos donde contrajo matrimonio con Dionisio tiempo después, Adriana es abandonada por Timoteo en Naccos donde al tiempo se casa con Dionisio el cual, como su homónimo griego, es un maestro del trago y el baile que participa en el sacrificio ritual de víctimas propiciatorias” (2004: 88)
[3] Claude Lévi-Strauss, en La pensée sauvage (1962), apunta que la mentalidad primitiva, “pre-lógica”, no es que se constituya como irracional, sino que se trata de otro tipo de racionalidad que se estructura de acuerdo a una lógica distinta.