sábado, 8 de diciembre de 2012

Nuestra hora cero (*)


El momento propicio, la hora cero del poker nacional. El Perú y un equipo Campeón del Mundo en Bahamas, el Perú y un ganador del Sunday Million, el Perú y una notable participación en el Main Event de la WSOP, el Perú y sus varios cobros importantísimos en las distintas paradas del Latin American Poker Tour (del cual, por tercera vez, fuimos sede), el Perú y la explosiva aparición de verdaderos regulares del In the Money en MTT´s y SNG´s. No hay duda (y cualquier muestra de mezquindad en afirmarlo está totalmente fuera de lugar): el 2012 ha sido un año excelente,  y no solo por la constancia en los logros de nuestros jugadores, sino también por la presencia activa de una comunidad amante del naipe pendiente del ritmo pokeril actual, ritmo del que se ha sido partícipe gracias a la firme convicción de medios virtuales locales interesados en difundir y promover, con pasión y mucho compromiso, este juego. En conjunto, esto explica el por qué nos hemos merecido, ahora, la atención de la comunidad internacional. Y pensemos que restan aún días para, quizás, más resultados y noticias gratificantes.

 
Tal y como se ha demostrado en los paños hasta hoy, es absolutamente posible que el poker en nuestro país recorra un camino de éxito; de hecho, ya avizoramos un porvenir que nos promete un grado de competición más que respetable dentro de la región. Sin embargo, para alcanzar este objetivo, todavía tenemos que atender varios asuntos de vital importancia para el verdadero desarrollo del poker nacional.
 

Creemos que el más importante y urgente es el de encontrar los mecanismos idóneos con los cuales consolidarnos al fin como una comunidad. Es cierto que en Lima se ha concentrado la mayor dinámica del juego en los últimos años, pero es más real aún que en las provincias 1) se han ido gestando, en silencio, una serie de jugadores provenientes del mundo del internet (muchos de ellos, ya dieron el salto al poker en vivo no sin contundencia), y 2) es de resaltar la proliferación de Poker Rooms que han servido como espacio de encuentro, diversión y aprendizaje para jugadores tanto ocasionales, como iniciados. Sin embargo, es justo también afirmar que, en la actualidad, la ligazón entre el juego capitalino y el del resto del país es aún pobre; asistimos a uno más de nuestros fragmentarismos como nación. Más allá de lo que sabemos de dos o tres nombres paradigmáticos, la información y promoción de lo que sucede en provincia en realidad, a nivel de poker, no es mucha. Evidentemente, la industria (y cultura) del juego se encuentra fuertemente centralizada desde hace tiempo. Y la misma naturaleza privada del poker on line también ha determinado una suerte de solipsismo local, en el que no es descabellado afirmar que las relaciones interpersonales son más comunes entre nosotros, como jugadores, con gente del extranjero, que con nuestros mismos compatriotas (la intervención en foros internacionales, empresas de bancaje y la afiliación a escuelas de poker por internet, sin duda, son una causa de ello). En pocas palabras, por esta segregación evidente, es que todavía nos desconocemos bastante como país que juega al poker.

 
En esta dirección, en la idea de integrarnos en una comunidad compacta, en lograr este cambio radical entre nosotros -sea con la creación de distintos eventos alrededor del país (un circuito nacional sería el ideal), sea con la difusión constante de la movida pokeril de las distintas regiones, o con la ubicación y posterior impulso de aquellos focos que puedan influir en el público aficionado- vemos la oportunidad de superarnos, sin duda, como jugadores de poker en muchos sentidos.

 
En primer lugar, a la iniciativa de constituirnos como grupo descentralizado subyace la idea de proyectar un cambio en el imaginario popular con respecto al poker. A pesar de que desde el 2003 el poker se ha democratizado a nivel mundial, en nuestro país todavía no se logra desmitificarlo de su concepción como juego de puro azar, por lo que es culturalmente sancionado. Sabemos de la disciplina atlética, mental y física, que se requiere para practicarlo, de las horas de revisión y análisis que se necesitan para dominar el lado técnico del juego, del temple con el cual se deben afrontar estoicamente los días en negativo, etc. Liberarlo de ese prejuicio en función de una práctica conjunta, sostenible y deportiva, le adjudicará al poker, definitivamente, prestigio social, y al fin nosotros dejaremos de ser, para algunos, tahúres sin remedio.

 
En segundo lugar, se formarán jugadores de alto nivel en función de la retroalimentación de saberes. En efecto, por mero ejercicio lógico, al estar en contacto con más jugadores a nivel nacional, sea de manera presencial o vía internet, tendremos la ocasión de compartir experiencias y conocimientos sobre poker, en virtud de que en este juego el intercambio de perspectivas es fundamental para el buen desempeño en las mesas. De esta interrelación, de este autoconocimiento gracias al otro, nos interesa pensar que, a largo plazo, podríamos estar hablando de adquirir una identidad en el juego, descubrir de repente constantes que nos distingan como peruanos, muy a aparte de las cualidades individuales de cada uno. Aunque pueda sonar algo relativo, sabemos de la agresividad que diferencia a los rusos, o de la rigurosidad matemática en la que se sostiene el juego español. Sin duda, establecer relaciones más allá de Lima nos ayudaría a conocer mejor nuestro poker.

 
Lo expresado líneas arriba serían los cimientos sobre los cuales, a mediano o largo plazo, se asentaría la posibilidad de un proyecto mayor, el que esperamos de verdad: la formalización del poker como un deporte mental, de razonamiento. ¿Los beneficios? Incontables: jugadores de poker respaldados por un ente regulador que defienda sus intereses, jugadores aficionados, profesionales y semiprofesionales que confluyen en un espacio de opinión, la homogeneización de las reglas del juego, la selección de representantes a nivel internacional, en fin.
 

Los primeros pasos ya fueron dados, pero esperamos de verdad que, para el año que se avecina, nuestra comunidad se haya fortalecido y nuestro interés por este juego, unificado.

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(*) Texto publicado en www.peruallin.com - Lima, 04 de diciembre de 2012

 

 

sábado, 27 de octubre de 2012

«LE TEMPS DETRUIT TOUT»




Algunas notas sobre Irreversible (2002) de Gaspar Noé
Por Néstor Saavedra Muñoz

Impactante, visceral, tensa; es lo primero en que pensé al terminar de ver Irreversible (2002) de Gaspar Noé. Nos lo había advertido amigos y alguna que otra reseña que ronda por la web: un film complicado de digerir para sensibilidades poco acostumbradas a las representaciones crudas del desencanto social, de la degradación humana, del caos y nihilismo contemporáneos. 
La película se constituye por una peripecia simple: Marcus (Vincent Cassel), hombre de espíritu liberal, busca vengar a su esposa, Alexandra (Mónica Bellucci), quien ha sido víctima de la más cruel y despiadadas de las violaciones. A simple vista, quien narre la historia de este modo no provocará ninguna reacción. Y es que, más allá del evento narrado, la película de Noé se distingue por su configuración simbólica y disposición formal.
El tema no es, de ninguna manera, novedoso. Se inserta a una larga lista de producciones modernas que ya han tomado como leitmotiv la corrupción social, la devaluación de los sujetos que habitan el espacio citadino y el pesimismo frente al devenir. Pensemos en A Clockwork Orange de Kubrick (¿acaso la obra maestra del género?), o en películas algo más recientes como Funny Games de Haneke, o Transporting de Boyle. Sin duda, quien busque una nueva visión de mundo, un aporte ideológico sobre estos tópicos en Irreversible, en concreto no la hallará, pues, como señalamos, este film enfatiza en su estructuración más que en la representación de una perspectiva social diferente. He ahí que podría cuestionarse la pobreza de la trama.
Entonces, centrémonos en el aparato retórico-figurativo del texto.
 
Irreversible se sustenta en una mirada particular del destino humano: está escrito en tinta indeleble, es lúgubremente inalterable, aunque pueda vislumbrarse cuan extraña ráfaga. Y la ciudad es un espacio polarizado, un (des)encuentro entre el mundo oficial, permitido, y la periferia, «el bajo mundo», de honda raíz antiburguesa. La violencia de la película, precisamente, está determinada por la relación conflictual entre estos dos espacios.
     
 
El trabajo con la dispositio se observa desde la presentación misma de la película, pues se rompe el código fílmico al aparecer, de modo introductorio, los créditos finales del film, y de arriba hacia abajo de la pantalla. En cuanto a la narración, Irreversible se distingue por una diégesis no lineal, técnica antiquísima cuyo objetivo principal es estimular la expectativa del espectador. En este caso, nos interesa enterarnos la razón por la cual, en un principio, Marcus y su amigo Pierre (Albert Dupontel) -ex pareja de Alexandra- se enrolan en una vertiginosa persecución.

Personalmente, nos resulta interesante el esquema simbólico que subyace al discurso. Creemos que la trama se articula a partir de la alegorización de la ciudad como un cuerpo. Una de las escenas clave de la película es aquella en la que se cruzan el mundo de arriba (Alexandra) y el mundo de abajo («El Tenia»). Es, precisamente, el momento de la violación. El choque cultural tiene lugar en un espacio que, para fines estético-ideológicos, no nos resulta nada gratuito: un túnel solitario, y de paredes escarlatas, color que quizá vaticina la tragedia. En ese sentido, se instaura una metáfora en la que el agresor es, verdaderamente, una tenia, una criatura que destruye, carcome las entrañas de la ciudad/cuerpo desde su condición parasitaria. Aniquila, se alimenta en ese túnel/intestino en el que, fatídicamente, se interna Alexandra. Es más, de aquí se desprende la configuración de metáforas orientacionales que se fundamentan en un paradigma clásico de homologaciones de categorías de valor: el mundo de arriba está asociado con lo eufórico, y el mundo de abajo, con lo disfórico. Recordemos que Alexandra, minutos antes de ser ultrajada, se encontraba en una fiesta acompañada de Pierre y Marcus, y de la que se retira repentinamente por una pelea que sostuvo con este último. En otras palabras, Alexandra se traslada de arriba (la fiesta se llevaba a cabo en un edificio), hacia abajo (el corredor debajo de la autopista). Dicha intención significativa también se hace evidente en la ubicación del centro nocturno en el que se refugia «El Tenia», el Rectum («recto», en su traducción del francés), que se encuentra en un sótano al que Marcus ingresa y tiene que ir descendiendo y descendiendo en búsqueda del agresor de su mujer, y el recorrido se percibe como un alocado viaje dantesco por distintos escenarios sexuales, de la mano de un guía carnavalizado (un homosexual) que lo conduce por esos círculos infernales de la ciudad, al tiempo que intenta seducirlo.

Es, en este contexto, que los personajes se encuentran con su devaluación final; Marcus es sangrientamente atacado (le rompen el brazo) y casi ultrajado por el acompañante de «El tenia», que luego será asesinado por Pierre en defensa de su amigo (la otra escena impactante de la historia, pues el crimen se comete con un extinguidor, golpeando rotundamente el rostro de la víctima). Así, con el crimen de Pierre, asistimos a la corrupción moral de quien representaba, hasta ese momento, la cordura, el orden, lo apolinio; degeneración de la que será testigo «El Tenia», observándola de pie, cerca de los cuerpos malheridos, con la más luciferinas de las complacencias.





miércoles, 3 de octubre de 2012

Carta III (Tabitha, la Mísstica)

   


Sí, Coronado, ya hemos dicho que tu ciudad es la de los bocinazos, que tu Palacio de Gobierno lleva a todas horas una corona de gallinazos (¿qué es lo que se anda pudriendo desde tiempos inmemoriales en esa oficina de Gerencia Presidencial?), que tus mañanas guardan todas la histeria de los lunes, que el transporte público… que la seguridad ciudadana…
"La esperanza está en los jóvenes", se replica en parques, bodegas y esquinas. ¿Y dónde están los jóvenes? Estudiando. ¿En dónde? En institutos y escuelas superiores, universidades públicas, privadas, técnicas, tecnológicas, católicas, masculinas, femeninas, open mind...; en universidades andinas, del sur (y del norte y del centro y del oeste, esto debe ser una corporación educativa), en universidades científicas (¡acaso aún no se dan cuenta de tan salvaje pleonasmo!); en universidades para prostáticos, gordos, altos, estreñidos, bipolares, tontos, etc., etc., y etcéteras de etcéteras. Todas ellas sirven de hábitat natural para una especie rarísima, única en su género: el intelectual moderno.
De todos ellos, confieso que conozco de cerca a uno. O mejor dicho, a una. Responde al nombre de Tabitha. El avisado lector podrá cuestionarme de tomar un punto de vista general, poco objetivo sobre el tema, pero por el momento no cuento con otro mejor para poder explicar tan curiosa situación en la que se encuentra el ámbito académico profesional de hoy en día.
Decía que conozco a esta mujer. Tabitha es una intelectual por donde se la mire: catedrática en dos universidades, escritora doméstico-nocturna, periodista de opinión los domingos, conferencista una vez al mes y jurado internacional de grado cada año.
Cada mañana, Tabitha despierta y sacude sus alas. Una vez en el espejo, se rasca la barbilla, se preocupa por acomodar sus anteojos de montura cuadrada, su chalina de colores sobrios y demás indumentaria oficial del científico urbano; coge su maletita institucional, y sale a la calle.
Aborda su auto del año (tiene un auto, sí, se lo concedió el Ministerio de Educación en mérito a su trayectoria en el campo de la investigación), y se dirige a la universidad. Sin embargo, una cuadra antes de llegar al recinto, estaciona su vehículo para convertirse en una ciudadana de a pie, pues frente al volante –piensa- los alumnos de los alrededores no podrían apreciar de cerca su competencia reflexiva y su mirada perspicaz, perdidamente intelectual.
Una vez en el patio de la Facultad, enciende un cigarrillo europeo y camina sin prisa. Rápidamente se aproximan sus discípulos, muchachitos que reconocen en la profesora a la luminaria del siglo XXI y a la guía espiritual de sus vidas. Con ellos, y otros intelectuales del momento, Tabitha organiza esporádicamente charlas privadas en donde se somete a juicio reflexiones sobre literatura, arte, política y otras disciplinas. Entre sus filósofos favoritos se encuentra Platón, definitivamente; en cada sesión, de alguna u otra manera, siempre se evoca, al tiempo que se celebra, aquel pensamiento de la antigüedad (también saben de Aristóteles, pero es simplemente por si alguien les quiere dar la contraria). Su predilección está rigurosamente fundada en relación a los conocimientos previos que maneja cada uno de los participantes: una docente siempre interviene en la reunión no sin mencionar a Platón, su mascota de infancia, mientras que otro profesor recuerda con candidez aquel episodio de su vida escolar en la que dio el nombre del filósofo griego cuando su maestro le preguntara por el último planeta del sistema solar. Entre anécdotas, risas, deslices, galletitas, refrescos y cordiales muestras de asombro ante lo que se sospecha, en algún diálogo, como una idea brillante, Tabitha y su comunidad científica van forjando saberes novísimos.
No se crea que sus méritos no están registrados. Para aquellos que dudan de la lucidez de Tabitha, pueden revisar su bibliografía más reciente: su estudio más importante tiene 70 páginas y lo presentó para graduarse de su segunda maestría. Se titula Problemas sicomotrices en la colocación del punto de la letra i en niñas de su casa. Actualmente, está abocada a su último ensayo que espera publicar pronto, del cual el título ya lo tiene listo y, sin falsa modestia, personalmente le encanta: La enseñanza del bien y del mal a partir del uso del lápiz bicolor en niños de 4 años de cabello oscuro y nariz respingada.
Su amor por el arte también la distingue. Es más, la comunidad científica admira la forma particular en la que conjuga, en su intelectualidad, la flemática neutralidad del investigador, y la emoción y sensibilidad propia de la praxis estética.
Ante todo, es poeta, porque escribe y vive poéticamente. Más allá de que se lo reafirmen críticos y colegas amigos, en cada verso libre que concluye ella encuentra la señal irrefutable de que, efectivamente, cabe en el Parnaso de la Fama (como buena aficionada a los reality shows, Tabitha fantasea con estar dentro de «La gran casa» codo a codo con Goethe, arranchándole las cucharadas de opio a los poetas malditos por una cuestión de salubridad los fines de semana, o intercambiando lápiz labial y mascarillas con Wilde o García Lorca). Procura escribir con cierta constancia, por lo general después de sus compromisos académicos, ya en la cama y empijamada. A media luz, enciende su Tablet 3.0 y comienza a teclear hasta descorazonarse, hasta sentir cosquilleos en la barriga, hasta ser poseída por un temblor divino, hasta visualizar un terremoto en China o la próxima caída de la bolsa de Nueva York. Todas estas experiencias físicas y esotéricas que siempre han encandilado a sus auditorios interesados en la literatura A1, al fin serán reunidas en el próximo manual que nuestra teoricista repartirá a los asistentes a Poesía poéticamente poética: 10 tips prácticos para hacer poesía exitosa y de exportación, su próximo taller sobre escritura creativa.
Por todo lo expuesto, excelentísimo Coronado, no hace falta decir que Tabitha y su entorno están construyendo la historia del pensamiento contemporáneo. Sus propuestas teóricas e investigaciones hermenéuticas están tejiendo el porvenir mundial, la salvación a las crisis modernas desde el trabajo con el intelecto. Es indudable. Sin embargo, es más indudable aún el hecho de que si Platón viviera, hubiese sido el primer expulsado de su República; sus sentencias e ideales, cuan manzanas, habrían caído siempre del Árbol de la Sabiduría Malsana para la Academia. Quizás hubiera sido un pordiosero desencantado, un malcriado que a nadie le importa; o con la más justa de las dignidades humanas, por las tardes, y por hambre, de seguro hubiera tirado un plástico azul sobre algún puente viejo de tu ciudad para vender hisopos, cajitas de fósforos y agujas. Y de no haber clientes, haría cosas que de verdad valgan la pena, tales como leer chistes, el horóscopo, o resolver el sudoku.
Tengo muy claro que el único beneficiado con Tabitha y los intelectuales de hoy sería Aristóteles, pues ya no le importaría que desde hace siglos nadie encuentre la parte de su Poética que versaba sobre la comedia. Ahora, sin problema alguno, con tanta cientificidad non plus ultra, podría armar hasta dos volúmenes sobre el asunto: la comedia letrada de hoy y la venidera, hasta que alguien, aunque sea por caridad, le ofrezca un trabajo honorable y mejor remunerado a su loco y ambulante amigo, Platón.

 

 

 

sábado, 16 de junio de 2012

Janis, the way she was

Un documental obligado a revisar por todo apasionado de la buena música.

miércoles, 13 de junio de 2012

lunes, 28 de mayo de 2012

La estética de la violencia - Marcela Robles

Ayer leía el periódico y encontré este artículo. Como me parece interesante, lo comparto aquí. 

Marcela Robles. «La estética de la violencia». En El Comercio. Lima, 27 de mayo, 2012, p.12.
No. No es gracias a una conocida marca de gaseosa que todo irá bien en la vida porque «refresca mejor», ni la nueva generación adolescente será más cool por tomar un determinado tipo de leche; ni tampoco necesitamos un aparato de alta tecnología para poder captar un momento feliz: babosadas que la publicidad intenta hacernos digerir con sus más sofisticadas (y la mayoría de las veces ramplonas y evidentes) mañas.
            Pero hay algo que en cierta medida sí puede lograr un cambio: el arte, y en este caso, más concretamente, el cine, el teatro y la literatura, que nos permiten vislumbrar lo que muchas veces no podemos ver porque estamos adormecidos.
            ¿Se han preguntado, por ejemplo, por qué no toleramos en la vida real lo que le ocurre al vecino, al colega de trabajo o al amigo más querido, cuando somos perfectamente capaces de comprender y hasta aplaudir a los personajes de una novela o una película, y elevarlos a la categoría de héroes o antihéroes?
            Por nombrar solo una, recuerdo «Una historia violenta», filme del sobrenatural David Cronenberg. Una película impecable en su género, en que la violencia, el sexo y los valores se confunden en una trama endemoniada. Sin embargo, cuando todo el horror ha amainado, somos capaces de entender el perdón, el bien que predomina sobre el mal y el amor que destierra al odio. Justo ahí, donde otros son solo capaces de ver sangre y muerte.
            Porque cuando no es gratuita y se sobreponen la creatividad y el talento, la violencia puede alcanzar un nivel estético. Ese que nos demuestra que hay extravagantes alternativas a nuestras a veces mediocres maneras de ver las cosas, que no necesariamente son censurables, sino que escapan a toda denominación.

            Es ahí donde reside parte de la grandeza de la dimensión artística: en que nos fuerza a ir más allá de nuestros límites para transitar caminos poco ortodoxos. Porque cuando esas situaciones nos tocan la puerta de la vida diaria, generalmente no podemos comprender al prójimo más cercano y salimos corriendo a confesar nuestros pecados

            El arte nos confronta con aquello que realmente somos capaces de ser o hacer, en este «mundo azul como una naranja», en la versión de Paul Éluard.

martes, 21 de febrero de 2012

Carta II


El año es otro, pero tu ciudad la misma de abominable, Coronado.

Hoy recorría “La Ciudad de los Reyes” y, sin ánimo de mofa, pensaba en que hace mucho perdió tan ilustre motete, para convertirse, por todos lados, en “La Ciudad de los Nenes”.

Tú los has visto, en las esquinas, recostados en los fierros pelados de las señales de tránsito, sentados al filo de la vereda oscura o al borde de una acequia. Con cinco, diez o doce años de edad, se detienen, frágiles y limpios de corazón, frente a los automóviles de todas las avenidas de tu próspera y modernísima ciudad, y las maniobras que ejecutan en tanto la luz llega a verde en el semáforo, son una digna metáfora de su existencia.

Desde la acera, una mujer siempre lastimera los observa, sosteniendo una bolsa de dulces, si no es que al menorcito de la prole. Mientras sus hijos se apuran en contorsionar peligrosamente sus cuerpos o realizar malabares con pelotas o frutas, ellas solo aguardan, con ojos de bolero, en la soledad de la calle, pensando quizá en los golpes del marido borracho o en aquel que la amó en su juventud y se fue.

Esta noche, por ejemplo, conocí a tres de ellos. A mi lado, mientras esperaba en el paradero, estaban quietos, miserables, pendientes de que se detenga el tráfico. De pronto, al ponerse el rojo en lo alto de la esquina, de un salto invadieron el crucero peatonal y dieron inicio a las piruetas. Una vez terminado ese quehacer, pasearon por el laberinto de autos con la palma de la mano hacia el cielo (eternamente vacío, inalterable). Fueron ignorados.

Sin embargo, de uno de los autos, bajaron la luna polarizada y alguien les alcanzó algo que no era dinero. Extrañados, volvieron a la vereda.

Una vez sentados en el cemento de todos los días, descubrieron no sin asombro que lo que tenían entre manos era un juego de burbujas. Era un pomo plástico, delgado, que, al abrirlo, de la tapa podía verse colgar una circunferencia de colores.

Luego de varios intentos, lograron descubrir su mecanismo de funcionamiento: soplar muy levemente por la circunferencia hasta ver crecer la burbuja y, una vez madura, la burbuja se desprendía y flotaba, dueña de sí, por el mundo.

Entonces, se dispusieron a jugar, dejando todo a un lado: mientras uno de los niños inflaba las burbujas, los otros las perseguían rápidamente. Sin importarles mucho los transeúntes o los ambulantes, iban tras ellas entre risas y brincos, tratando de cogerlas y reventarlas. Eran simplemente otros, era otra noche, era otra vida: hoy habían aprendido, sin saberlo, a encapsular la felicidad en unas cuantas burbujas de jabón.

¿Cuántos de nosotros gozamos de esos instantes sencillos? ¿Cuáles son las burbujas de jabón de nuestros días? ¿El tabaco? ¿Las drogas? ¿El alcohol? Ahora me dicen que el cigarro produce disfunción eréctil y diecisiete tipos de cáncer. De la bebida, ni hablar.

Habrá que mirar, en adelante, a estos niños con más atención, pues algo saben.

viernes, 10 de febrero de 2012

martes, 3 de enero de 2012

Jaime Sabines en 3 poemas

De esta forma quiero comenzar el nuevo año. He aquí tres de mis textos favoritos de Jaime Sabines: poeta, peregrino, hombre.

Qué costumbre tan salvaje...


He aquí que estamos reunidos...

Los amorosos