miércoles, 28 de diciembre de 2011

Y alguna otra vez, Quintín Mugrosso escribió otro cuento para niños

Juanita, la mensajera real

Adriana había preparado las maletas para el viaje de julio con una semana de anterioridad. El destino era Arequipa, la tierra natal de la familia de su madre. La joven estaba emocionada con la idea de reencontrarse con su mamá luego de dos meses de estar alejadas. Además, su padre le había dicho que en Arequipa iba a presentarle a tías y primos de los que Adriana sólo conocía por rumores. Así que ella se sentía contentísima con la visita a Ciudad Blanca.
Mientras Adriana colgaba el uniforme de colegio en el ropero dando fin a los días escolares de medio año, pensaba en la manera en que se despidió de su madre. Ambas lloraron mucho en la estación de autobuses, se abrazaron, se desearon lo mejor.
- Le haces caso en todo a tu papá – decía la madre.
- Sí, mamá. ¿Cuándo nos volveremos a ver? – dijo Adriana.
- Pronto. Para julio podrás ir a visitarme a Arequipa. Ya sabes que la abuela está muy enferma y no sé cuando se recuperará.
- Le mandas un beso a la abuela.
- Lo haré. Se alegrará mucho.
Luego se despidió de su esposo y se fue.
Desde entonces Adriana esperó julio con ansias. En el colegio preguntaba a los profesores por si conocían Arequipa. A sus compañeras les enseñaba fotografías del convento de Santa Catalina y del volcán el Misti.
El día del viaje Adriana y su padre llegaron temprano a la estación. Abordaron el autobús a las doce de la mañana; pisarían suelo arequipeño a las seis de la tarde del día próximo.
Adriana se ubicó en el asiento de la ventana; su padre, al costado.
El autobús se puso en marcha.
La muchacha quería información sobre su destino antes de llegar a el. Fue por eso que le preguntó a su padre:
- ¿Y qué se come en Arequipa, papá?
- La comida es deliciosa, como para chuparse los dedos. Quedarás encantada con el caldo blanco, el rocoto relleno, la salsa de patita, la malaya, por sólo mencionar algunos platillos.
- ¡Uy! Suena bien. ¿Y hace frío o calor?
- Las dos cosas, te diré. Si te pones al sol sentirás un calor abrasador, si vas a la sombra sentirás mucho frío.
- ¡Ah!, no habrá problema entonces, porque en mi maleta llevo chompas y polos. ¿Hacen fiestas en Arequipa así como en Lima?
- Claro. El aniversario de Arequipa es el quince de Agosto. Ese día no hay clases ni comercio. Embanderan toda la ciudad y por la noche celebran en la Plaza de Armas, con música, danza y juegos artificiales.
- Lástima que vayamos ahora. Me hubiese gustado mucho ir a la fiesta. ¿Y no nos podemos quedar hasta esa fecha?
- No, recuerda que la primera semana de agosto tienes que regresar al colegio.
- Bueno.
El autobús corría por la carretera a gran velocidad. Cuando llegó la noche, Adriana miró por la ventana: la silueta de los cerros se dibujaba bajo la luz de la luna. Sintió sueño y se acomodó para dormir. Su padre vio que poco a poco se le iban cerrando los ojos, entonces la cubrió con una frazada.
Al amanecer Adriana pensó que ya habían llegado. Sin embargo, su padre le dijo que todavía faltaban una cuantas horas. La joven volvió a recordar a su madre, sobretodo cuando un domingo a la hora del almuerzo ella le hablaba sobre Arequipa.
- La casa de la tía Carmen es inmensa. Por las mañanas el pan llega caliente a la mesa, y ni qué decir de la leche salidita de la vaca. Al fondo hay un huerto donde juegan Manolo y Esteban, tus primos. Ahora deben de estar de tu tamaño. Son bien educaditos y cariñosos. Les he hablado de ti, Adriana, y en sus cartas me dicen que anhelan mucho conocerte en persona.
- ¿Qué lugares bonitos hay para visitar allá? – preguntó de pronto la joven.
- Ah, bueno, está por ejemplo la Plaza de Armas. A ti que te gustan los animales, podrías sentarte en una banca y darles maíz a las palomas. Ellas te envolverán alegremente. Las Iglesias en su interior son bellas; si algún día vas, te llevaré a algunas en donde se le reza a la Virgen de Chapi, patrona de la ciudad. También está el mirador de Llanahuara, desde donde tú podrás ver lo grande que es Arequipa.
- Qué más... qué más...
- Ahora no recuerdo más. Hace mucho que no voy a visitar a tu abuela. ¿Cómo estará la pobre?
La madre siguió comiendo. El padre y Adriana volvieron a sus platos. Luego de un largo silencio la madre dijo:
- También podrías conocer a Juanita
- ¿Quién es ella? – preguntó la muchacha.
- Cuando estemos en Arequipa te digo – dijo la mujer y comenzó a reír.
- No seas así mamá. Anda, dime ¿Quién es? – insistía Adriana.
- No hablaré más – dijo su madre, quien no podía detener la risa al ver el rostro desesperado de su hija.
- ¡Cómo me haces esto! Sabes que soy muy curiosa.
- No te voy a contar todo sobre Arequipa. También tú tienes que descubrir la ciudad con tus propios ojos.
Adriana recordaba esa conversación con su madre cuando en eso escuchó que un pasajero de los asientos de atrás le preguntaba a otro:
- ¿Cuanto falta para Arequipa?
- Nada. Ya llegamos – contestó el otro pasajero.
Adriana miró a su padre y este le confirmó la noticia con un movimiento leve de cabeza. Le dijo que apreciara el paisaje. Era verdaderamente hermoso.
Adriana preguntó desesperada:
- El Misti, papá. ¿Dónde está?
- Ahí lo tienes – dijo el padre señalándole una montaña imponente.
- ¡Qué alto! Está tan cerca del cielo. En este cielo hay muchas nubes.
- El cielo es puro aquí, hija. No es como Lima.
A la joven le agradaba tanto el paisaje, que no pudo resistir las ganas de fotografiarlo. Le tomó fotos al Misti y a una nube que según Adriana tenía la forma de un ave con las alas extendidas.
Adriana estaba a punto de fotografiar a unas vicuñas cuando de pronto vino a su mente Juanita.
- Oye papá, ¿Quién es Juanita? ¿Acaso una tía? ¿Una prima?
El padre sonrío y dijo:
- Todavía recuerdas esa conversación con mamá. ¡Vaya memoria!
- Ya pues, tú sí me lo dirás ¿cierto?... ¿Quién es?
- Con tu madre hemos planeado no decirte nada hasta que la veas.
- ¿Tú también me lo ocultarás? Por favor, dime algo de ella.
- Sólo puedo decirte que te lleva tres años.
- ¿O sea que podré jugar con ella en la casa? Qué raro, porque mamá sólo me habló de los primos Manolo y Estaban.
- No. Juanita no vive en la casa de tu tía ni es una prima tuya. ¡Bah! Eso era una sorpresa, pero dada tu perseverancia en saber de ella, te lo diré.
Adriana se acomodó en su asiento y guardó la cámara fotográfica. Su padre dijo:
- Juanita es una momia que fue encontrada en un nevado... digamos... – el padr
e observó por la ventana y apuntó con el dedo – ...como ese que observas ahí.
- ¿Una momia? – dijo Adriana mirando hacia el nevado.
- Sí. Fue hallada en el Nevado de Ampato en 1996 por el arqueólogo norteamericano Johan Reinhard. Murió a los catorce años de un golpe de macana en la cabeza.
- ¡Pobrecita! Y quién hizo eso.
- Te explicaré. En realidad de lo que se trató fue de un sacrificio.
- ¿Un sacrificio? ¿Cómo es eso?
- Entre 1440 y 1450, periodo que los estudiosos han propuesto como los posibles años en el que murió Juanita, El Misti entró en erupción. En ese tiempo el gobernante del Imperio Incaico era Inca Yupanqui, quien ruega a la montaña para aplacar su ira. Recuerda que los fenómenos naturales eran reverenciados por nuestros antepasados; Illapa era el dios del clima, por ejemplo, o el Inti, el dios sol.
- Sí, claro. En el colegio he oído algo de eso. ¡Sigue, papá!
- Lo que se piensa es que Juanita fue sacrificada para que cumpliera la función de mensajera y calme la cólera de las divinidades.
- ¿Y de qué forma dieron con ella?
- Por los años noventa el volcán Sabancaya erupcionó y el nevado Ampato, por encontrarse en la misma cadena andina, inició su deshielo. En 1993 se dan las condiciones propicias para la expedición y Johan Reinhard y su equipo comienzan su trabajo. Ascendieron aproximadamente a 6300 metros sobre el nivel del mar. A esa altura encontraron una plataforma que funcionaba como santuario inca; muy cerca de ese lugar descubrieron a Juanita, quien lucía un tocado de plumas de guacamayo. Sin duda, no era cualquier persona, era una mensajera real.
- ¡Qué interesante!
- Sí, Adriana, es un tema bastante interesante. Con Juanita se encontraron además textiles de alpaca y vicuña, bolsas conteniendo coca y cerámicas, lo que confirma su importancia dentro de la jerarquía social inca.
- ¿Y la podemos ver?

- Por supuesto. Con tu mamá te llevaremos al museo Santuarios de altura, de Arequipa. Allí se encuentra Juanita, en un congelador especial. También conocerás a Urpicha y a Sarita, niñas también como Juanita. ¡Será una experiencia única!
El autobús se detuvo. Era hora de bajar.
En la estación esperaba la mamá de Adriana, quien al ver a su hija corrió a besarla.
- ¡Adriana, te extrañé tanto!
- Yo también, mamá.
Luego la mujer saludó a su esposo. Una vez fuera de la estación, Adriana le dijo a su madre:
- Papá me habló de Juanita. ¿Cuándo me llevarán a verla?
La mujer se sorprendió ante la pregunta. Miró a su esposo y este encogió los hombros.
- Mañana. Pero primero iremos a la casa de la tía Carmen para que vean lo grande que estás.
- Está bien, mamá.
Los tres tomaron un taxi y se marcharon. Adriana miraba la ciudad de Arequipa y en adelante sólo contó las horas para visitar a Juanita, la mensajera real.

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