miércoles, 3 de octubre de 2012

Carta III (Tabitha, la Mísstica)

   


Sí, Coronado, ya hemos dicho que tu ciudad es la de los bocinazos, que tu Palacio de Gobierno lleva a todas horas una corona de gallinazos (¿qué es lo que se anda pudriendo desde tiempos inmemoriales en esa oficina de Gerencia Presidencial?), que tus mañanas guardan todas la histeria de los lunes, que el transporte público… que la seguridad ciudadana…
"La esperanza está en los jóvenes", se replica en parques, bodegas y esquinas. ¿Y dónde están los jóvenes? Estudiando. ¿En dónde? En institutos y escuelas superiores, universidades públicas, privadas, técnicas, tecnológicas, católicas, masculinas, femeninas, open mind...; en universidades andinas, del sur (y del norte y del centro y del oeste, esto debe ser una corporación educativa), en universidades científicas (¡acaso aún no se dan cuenta de tan salvaje pleonasmo!); en universidades para prostáticos, gordos, altos, estreñidos, bipolares, tontos, etc., etc., y etcéteras de etcéteras. Todas ellas sirven de hábitat natural para una especie rarísima, única en su género: el intelectual moderno.
De todos ellos, confieso que conozco de cerca a uno. O mejor dicho, a una. Responde al nombre de Tabitha. El avisado lector podrá cuestionarme de tomar un punto de vista general, poco objetivo sobre el tema, pero por el momento no cuento con otro mejor para poder explicar tan curiosa situación en la que se encuentra el ámbito académico profesional de hoy en día.
Decía que conozco a esta mujer. Tabitha es una intelectual por donde se la mire: catedrática en dos universidades, escritora doméstico-nocturna, periodista de opinión los domingos, conferencista una vez al mes y jurado internacional de grado cada año.
Cada mañana, Tabitha despierta y sacude sus alas. Una vez en el espejo, se rasca la barbilla, se preocupa por acomodar sus anteojos de montura cuadrada, su chalina de colores sobrios y demás indumentaria oficial del científico urbano; coge su maletita institucional, y sale a la calle.
Aborda su auto del año (tiene un auto, sí, se lo concedió el Ministerio de Educación en mérito a su trayectoria en el campo de la investigación), y se dirige a la universidad. Sin embargo, una cuadra antes de llegar al recinto, estaciona su vehículo para convertirse en una ciudadana de a pie, pues frente al volante –piensa- los alumnos de los alrededores no podrían apreciar de cerca su competencia reflexiva y su mirada perspicaz, perdidamente intelectual.
Una vez en el patio de la Facultad, enciende un cigarrillo europeo y camina sin prisa. Rápidamente se aproximan sus discípulos, muchachitos que reconocen en la profesora a la luminaria del siglo XXI y a la guía espiritual de sus vidas. Con ellos, y otros intelectuales del momento, Tabitha organiza esporádicamente charlas privadas en donde se somete a juicio reflexiones sobre literatura, arte, política y otras disciplinas. Entre sus filósofos favoritos se encuentra Platón, definitivamente; en cada sesión, de alguna u otra manera, siempre se evoca, al tiempo que se celebra, aquel pensamiento de la antigüedad (también saben de Aristóteles, pero es simplemente por si alguien les quiere dar la contraria). Su predilección está rigurosamente fundada en relación a los conocimientos previos que maneja cada uno de los participantes: una docente siempre interviene en la reunión no sin mencionar a Platón, su mascota de infancia, mientras que otro profesor recuerda con candidez aquel episodio de su vida escolar en la que dio el nombre del filósofo griego cuando su maestro le preguntara por el último planeta del sistema solar. Entre anécdotas, risas, deslices, galletitas, refrescos y cordiales muestras de asombro ante lo que se sospecha, en algún diálogo, como una idea brillante, Tabitha y su comunidad científica van forjando saberes novísimos.
No se crea que sus méritos no están registrados. Para aquellos que dudan de la lucidez de Tabitha, pueden revisar su bibliografía más reciente: su estudio más importante tiene 70 páginas y lo presentó para graduarse de su segunda maestría. Se titula Problemas sicomotrices en la colocación del punto de la letra i en niñas de su casa. Actualmente, está abocada a su último ensayo que espera publicar pronto, del cual el título ya lo tiene listo y, sin falsa modestia, personalmente le encanta: La enseñanza del bien y del mal a partir del uso del lápiz bicolor en niños de 4 años de cabello oscuro y nariz respingada.
Su amor por el arte también la distingue. Es más, la comunidad científica admira la forma particular en la que conjuga, en su intelectualidad, la flemática neutralidad del investigador, y la emoción y sensibilidad propia de la praxis estética.
Ante todo, es poeta, porque escribe y vive poéticamente. Más allá de que se lo reafirmen críticos y colegas amigos, en cada verso libre que concluye ella encuentra la señal irrefutable de que, efectivamente, cabe en el Parnaso de la Fama (como buena aficionada a los reality shows, Tabitha fantasea con estar dentro de «La gran casa» codo a codo con Goethe, arranchándole las cucharadas de opio a los poetas malditos por una cuestión de salubridad los fines de semana, o intercambiando lápiz labial y mascarillas con Wilde o García Lorca). Procura escribir con cierta constancia, por lo general después de sus compromisos académicos, ya en la cama y empijamada. A media luz, enciende su Tablet 3.0 y comienza a teclear hasta descorazonarse, hasta sentir cosquilleos en la barriga, hasta ser poseída por un temblor divino, hasta visualizar un terremoto en China o la próxima caída de la bolsa de Nueva York. Todas estas experiencias físicas y esotéricas que siempre han encandilado a sus auditorios interesados en la literatura A1, al fin serán reunidas en el próximo manual que nuestra teoricista repartirá a los asistentes a Poesía poéticamente poética: 10 tips prácticos para hacer poesía exitosa y de exportación, su próximo taller sobre escritura creativa.
Por todo lo expuesto, excelentísimo Coronado, no hace falta decir que Tabitha y su entorno están construyendo la historia del pensamiento contemporáneo. Sus propuestas teóricas e investigaciones hermenéuticas están tejiendo el porvenir mundial, la salvación a las crisis modernas desde el trabajo con el intelecto. Es indudable. Sin embargo, es más indudable aún el hecho de que si Platón viviera, hubiese sido el primer expulsado de su República; sus sentencias e ideales, cuan manzanas, habrían caído siempre del Árbol de la Sabiduría Malsana para la Academia. Quizás hubiera sido un pordiosero desencantado, un malcriado que a nadie le importa; o con la más justa de las dignidades humanas, por las tardes, y por hambre, de seguro hubiera tirado un plástico azul sobre algún puente viejo de tu ciudad para vender hisopos, cajitas de fósforos y agujas. Y de no haber clientes, haría cosas que de verdad valgan la pena, tales como leer chistes, el horóscopo, o resolver el sudoku.
Tengo muy claro que el único beneficiado con Tabitha y los intelectuales de hoy sería Aristóteles, pues ya no le importaría que desde hace siglos nadie encuentre la parte de su Poética que versaba sobre la comedia. Ahora, sin problema alguno, con tanta cientificidad non plus ultra, podría armar hasta dos volúmenes sobre el asunto: la comedia letrada de hoy y la venidera, hasta que alguien, aunque sea por caridad, le ofrezca un trabajo honorable y mejor remunerado a su loco y ambulante amigo, Platón.

 

 

 

8 comentarios:

  1. Falta el cuento para soñar con los angelitos :)

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  2. Es cierto que la información intelectual + experiencias que se brindan en la educación superior hoy por hoy no son bien remuneradas, pero también he observado el desinterés mayoritario por parte de los jóvenes estudiantes al estudio, sobre todo en los primeros ciclos y lo que consecuentemente lleva a la deserción. "La esperanza esta en los jóvenes" todos lo dicen,hay oportunidades pero es triste ver como en ocasiones son desperdiciadas por no haber hecho una buena toma de decisiones.

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  3. Concuerdo contigo.

    Lo jóvenes de ahora no tienen pasión, PASIÓN, por lo que hacen, y con ello no solo me refiero al estudio.

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  4. Pero el desinterés mayoritario es el resultado de la educación que se implanta en estos tiempos dando así el resultado de jóvenes que se encuentran forzados a elegir carreras que sus padres les impone o por la presión del ambiente social donde se encuentran,la solución podría estar en empezar a instruirlos bien desde muy temprana edad y poder tener una buena generación de estudiantes que tomen buenas decisiones.

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  5. La educación debe regirse por el libre albedrío. Que los jóvenes decidan, y si no los dejan, existen muchas maneras de conciliar con los padres. De todas formas, nada justifica el desinterés de hoy en día. Como señalo, todo radica en que se quiera hacer lo que más se quiere. Cuando uno tiene claro lo que quiere, no hace falta que se le presione para que lo haga: eso verdaderamente es lo que todo el mundo llama "realizarse como persona".

    un abrazo.

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  6. Buen punto,pero considero que deben ser formados en el campo de valores, amar lo que se hace y no hacer las cosas por hacerlas,es hacerlas bien.No queremos jóvenes rebeldes que vallan por la vida haciendo algo a medias, si no completas.
    xoxoxo

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